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MADAME BOVARY-Gustave Flaubert

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

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si la farmacia abierta al primero que llegaba, era el lugar donde mostraba su<br />

orgullo, la leonera era el refugio en donde, concentrándose egoístamente,<br />

Homais se recreaba en el ejercicio de sus predilecciones; por eso el<br />

atolondramiento de Justino le parecía una monstruosa irreverencia, y más<br />

rubicundo que las grosellas, repetía:<br />

—Sí, de la leonera. ¡La llave que encierra los ácidos y los álcalis cáusticos!<br />

¡Haber ido a coger un barreño de reserva!, ¡un barreño con tapa! y que quizá no<br />

usaré ya nunca más. Todo tiene su importancia en las delicadas operaciones de<br />

nuestro arte. Pero ¡demonios!, ¡hay que hacer distinciones y no emplear para<br />

usos casi domésticos lo que está destinado para los farmacéuticos! Es como si se<br />

trinchase un capón con un escalpelo, como si un magistrado…<br />

—¡Pero cálmate! —decía la señora Homais.<br />

Y Atalía, tirándole de la levita:<br />

—¡Papá!, ¡papá! —repetía.<br />

—¡No, dejadme! —repetía el boticario—, ¡dejadme!, ¡caramba! Es como si<br />

esto fuera abrir una tienda de comestibles, ¡palabra de honor! ¡Anda!, ¡no<br />

respetes nada!, ¡rompe, haz añicos!, ¡suelta las sanguijuelas!, ¡quema el<br />

malvavisco!, ¡escabecha pepinillos en los tarros!, ¡rompe vendas!<br />

—Pero usted tenía… —dijo Emma.<br />

—Perdone un momento. ¿Sabes a qué te exponías? ¿No has visto nada, en<br />

el rincón, a la izquierda, en el tercer estante? ¡habla, contesta, di algo!<br />

—Yo no… sé —balbució el chico.<br />

—¡Ah!, ¡no sabes! ¡Pues bien, yo sí que lo sé! Has visto una botella de<br />

cristal azul, lacrada, con cera amarilla, que contiene un polvo blanco, sobre el<br />

cual yo había escrito ¡PELIGROSO! ¿y sabes lo que había dentro?, ¡arsénico!, ¡y<br />

tú vas a tocar esto!, ¡a tomar un barreño que estaba al lado!<br />

—¡Al lado! —exclamó la señora Homais juntando las manos—. ¡Arsénico!<br />

¡Podías envenenarnos a todos!<br />

Y los niños comenzaron a gritar, como si hubiesen ya sentido en sus<br />

entrañas atroces dolores.<br />

—¡O bien envenenar a un enfermo! —continuó el boticario. ¿Querías que<br />

yo fuese al banquillo de los criminales a la Audiencia? ¿Verme conducido al<br />

patíbulo? Ignoras el cuidado que pongo en las manipulaciones, a pesar de que<br />

tengo una habilidad extraordinaria. Frecuentemente me asusto a mí mismo<br />

cuando pienso en mi responsabilidad, pues el gobierno nos persigue, y la<br />

absurda legislación que nos rige es como una verdadera espada de Damocles<br />

que cuelga sobre nuestra cabeza.<br />

Emma no pensaba ya en preguntar para qué la llamaban, y el farmacéutico<br />

proseguía en frases entrecortadas:<br />

—¡Mira cómo agradeces las bondades que se tienen contigo!<br />

¡Mira cómo me pagas los cuidados totalmente paternales que te prodigo!<br />

Porque sin mí, ¿dónde estarías?, ¿qué harías? ¿Quién te da de comer, educación,<br />

vestido y todos los medios para que un día puedas figurar con honor en las filas

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