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MADAME BOVARY-Gustave Flaubert

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

Madame Bovary (título completo en francés: Madame Bovary, Mœurs de province) es la novela del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1856. El personaje vive más allá de sus posibilidades para escapar de las banalidades y el vacío de la vida provincial. Cuando la novela se realizó por primera vez en La Revue de Paris entre el 1 de octubre de 1856 y el 15 de diciembre de 1856, los fiscales atacaron la novela por obscenidad. El juicio resultante en enero de 1857 hizo la historia notoria. Después de la absolución de Flaubert el 7 de febrero de 1857, Madame Bovary se convirtió en un éxito de ventas en abril de 1857 cuando se publicó en dos volúmenes. Una obra seminal de realismo literario, la novela se considera ahora la obra maestra de Flaubert, y una de las obras literarias más influyentes de la historia. El crítico británico James Wood escribe: "Flaubert estableció, para bien o para mal, lo que la mayoría de los lectores consideran narración realista moderna, y su influencia es casi demasiado familiar para ser visible".

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—No —le contestó ella.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque…<br />

Y, apretando los labios, tiró lentamente de una larga hebra de hilo gris.<br />

Esta labor irritaba a León. Los dedos de Emma parecían desollarse por la punta;<br />

se le ocurrió una frase galante, pero no se arriesgó.<br />

—¿Es que la abandona? —repuso él.<br />

—¿Qué? —contestó ella vivamente—; ¿la música? ¡Ah, Dios mío, sí!, tengo<br />

una casa que gobernar, marido que atender, y mil cosas más, ¡muchas otras<br />

obligaciones que están antes!<br />

Miró el reloj. Carlos se retrasaba. Entonces se hizo la preocupada. Dos o<br />

tres veces incluso repitió:<br />

—¡Es tan bueno!<br />

El pasante le tenía afecto al señor Bovary, pero aquella ternura por él le<br />

sorprendió de una forma desagradable; no obstante, continuó su elogio, un<br />

elogio que oía hacer a todo el mundo, y sobre todo al farmacéutico.<br />

—¡Ah, es una buena persona! —repuso Emma.<br />

—Ciertamente —dijo el pasante.<br />

Y comenzó a hablar de la señora Homais, cuya indumentaria, muy<br />

descuidada, les movía a risa ordinariamente.<br />

—¿Qué importa eso? —interrumpió Emma. Una buena madre de familia<br />

no se preocupa por su atavío.<br />

Después volvió a quedarse en silencio.<br />

Ocurrió lo mismo los días siguientes; sus discursos, sus maneras, todo<br />

cambió. Se la vio como tomar a pecho el cuidado de su casa, volver a la iglesia<br />

regularmente y mostrarse más severa con su criada.<br />

Sacó a Berta de la nodriza. Felicidad se la traía cuando había visitas, y<br />

Madame Bovary la desnudaba para enseñarles sus miembros. Decía que<br />

adoraba a los niños; era su consuelo, su alegría, su locura, y acompañaba sus<br />

caricias con expansiones líricas, que a los que no fueran de Yonville les habría<br />

recordado a la Sachette 38 de Nuestra Señora de París.<br />

Cuando Carlos regresaba, encontraba sus zapatillas calentándose cerca del<br />

rescoldo. No les faltaba el forro a sus chalecos ni los botones a sus camisas, a<br />

incluso daba gusto ver en el armario todos sus gorros de algodón colocados en<br />

pilas iguales. Emma no refunfuñaba, como antes, por ir a pasear por el jardín; lo<br />

que él proponía era siempre aceptado, aunque ella no adivinase sus deseos, a los<br />

que se sometía sin decir palabra; y cuando León le vela al lado del fuego,<br />

después de cenar, con las dos manos sobre el vientre, los dos pies sobre los<br />

morillos de la chimenea, las mejillas rosadas por la digestión, los ojos húmedos<br />

de felicidad, con la niña que se arrastraba sobre la alfombra, y aquella mujer de<br />

fina cintura que por encima del respaldo del sillón venia a besarle en la frente,<br />

se decía:<br />

—¡Qué locura!, y ¿cómo llegar hasta ella?<br />

38 La Sachette, personaje de la novela de Vícto r Hugo Nuestra Señora de París.

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