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CJe el fuego en la obra misionera de Azusa
Las notas eran maravillosas: su dulzura, su volumen, su duración.
En realidad, muchas veces eran imposibles de lograr
en términos humanos. Era "cantar en el Espíritu".
El hermano Sennour era reconoeldo como líder nominal
a cargo. Pero no teníamos papa ni jetarquía alguna. Eramos
"hermanos". ?\o teníamos un programa humano. Dios mismo
nos dirigía. Ka teníamos clase sacerdotal, ni tareas sacerdotales.
Estas cosas vinieron después, con la apostasía
del movimiento. En el principio ni siquiera teníamos una
plataforma o un púlpito. Todos estábamos a la misma altura.
Los ministros eran siervos, según el verdadero sentido de
la palabra. ?\o honrábamos a los hombres por su posición
ventajosa, ya fuera a causa de su dinero o de su educación,
sino por los "dones" que Dios les había dado. Él colocaba a
los miembros en el "cuerpo". Ahora, "Cosa espantosa y fea
es hecha en la tierra; los profetas profetizaron mentira, y los
sacerdotes dirigian por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso.
¿Qué, plles, haréis CLIando llegue el fin?" Oer. 5:30, 31).
"Los opresores de mi plleblo son muchachos (a veces crecidos)
y mujeres se eme/Jorearon de él" (Isaías 3:12).
El hermano Seymour generalmente se sentaba detrás de
dos cajas de zapatos vacías, colocadas una encima de la otra.
Casi siempre mantenía su cabeza dentro de la caja superior
durante la reunión, mientras oraba. Ahí no había orgullo.
Los cultos se sucedían casi continuamente. Casi a toda hora,
dia y noche, podía verse a almas que buscaban a Dios y
caían bajo su poder. El lugar jamás estaba vacío ni cerrado.
La gente venía a encontrarse con Dios. Él siempre estaba en
ese lugar. De allí que las reuniones fueran continuas. La reunión
no dependía de un líder humano. La presencia de Dios
se volvía cada vez más maravillosa. En ese viejo edificio,
con sus gastadas vigas y sus pisos desnudos, Dios quebrantaba
a hombres fuertes y mujeres, y los armaba otra vez, para
su gloria. Era un maravilloso proceso de reparación. El
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