28.08.2020 Views

Azuza Street

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Cae el fuego en la obra misionera de Az.usa

que ser metido en un cierto período de tiempo. Nuestro

tiempo era de Dios. Teníamos testimonios reales, de experiencias

frescas del corazón. De no ser así, cuanto más breves

los testimonios, mejor. Podía haber doce personas de

pie al mismo tiempo, temblando bajo el poder majestuoso

de Dios. No teníamos que recibir indicaciones de ningún líder.

Y estábamos libres de la falta de ley. Estábamos absorbidos

en Dios, en oración, nuestras mentes concentradas en

Él. Todos obedecíamos a Dios en humildad y mansedumbre.

En honor, "prefiriéndonos unos a otros". El Señor podía

aparecer repentinamente en cualquiera de nosotros. Orábamos

continuamente por esto. Finalmente se levantaba alguien,

ungido para dar el mensaje. Todos parecían reconocerlo

y le abrían paso. Podía ser un niño, una mujer o un

hombre. Podía venir del último asiento, o del primero. No

había diferencia. Nos gozábamos en que Dios obraba. Nadie

deseaba mostrarse delante de los demás. Solo pensábamos

en obedecer a Dios. En realidad, había allí una atmósfera de

Dios que impedía que cualquiera que no fuera tonto intentara

pasar al frente sin tener una verdadera unción. Y los

que lo fueran, no duraban mucho. Las reuniones eran controladas

por el Espíritu, desde el trono. Eran días verdaderamente

maravillosos. Siempre dije que hubiera preferido

vivir seis meses de ese tiempo que cincuenta años de vida

común. Pero Dios es el mismo hoy. Solo que nosotros hemos

cambiado.

Alguien podía estar hablando, y repentinamente el Esp'ritu

caía sobre la congregación. Dios mismo hacía elllamado.

Los hombres caían por todas partes, como heridos

en una batalla, o corrían hacia el púlpito en masa, buscando

a Dios. Muchas veces el lugar parecía un bosque de árboles

caídos. Tal escena no puede ser imitada. Nunca vi

que se hiciera un llamado evangelístico en esa época. Dios

mismo los llamaba. y el predicador sabía cuándo irse.

----------------------103

adquiérelo en tu librería

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!