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Azuza Street

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Prueh3S y bendiciones

mientras predicaba, una ráfaga caliente del "abismo" parecía

golpearme, Más de una yez me desvanecí, y tuve que

juntar nue\'as fuerzas antes de continuar. Allí prediqué al

mediodía y a la noche durante casi un mes. Una noche tu­

Yimos un tiempo de gran quietud en el altar, durante casi

una hora. El Señor llegó verdaderamente cerca. Estábamos

en silencio delante de Él. Es bueno estar en silencio. Entonces

Él nos habla con esa YOZ "suave y apacible". Nuestros

espíritus están demasiado inquietos. No podemos escucharlo.

Él no grita ni hace torbellinos.

Pronto tuYimos un tiempo de gran quebrantamiento en la

obra misionera. Las almas comenzaron a llegar al Calvario,

llorando. Un día, mientras iba a Pasadena, el demonio trató

de electrocutar al conductor. El trole también se salió del cable

una docena de yeces, y pareció que nunca llegaríamos.

Yo tenía un mensaje que me ardía en el alma, y oré con todas

mis fuerzas. Finalmente llegamos, justo a tiempo para

que yo diera el mensaje en la reunión. TuYimos una gran

victoria. Pero el diablo había hecho todo lo posible para impedirlo.

Teníamos reuniones de poder, con maravillosos cultos

evangelísticos. El Espíritu conyencía con su poder. El 6 de

febrero lleYé a mi esposa y a la pequeña Ruth a Pasadena, a

la casa pastoral de la obra misionera. Había comenzado la

lucha. Un enemigo trató de persuadir a los Ferguson, de Los

ángeles, de que detuyieran las reuniones. Pero Dios lo mandó

a la cama con gripe. Decidí que no comería ni dormiría

hasta que hubiera yictoria, así que ayuné durante todo un

día. Esa noche el Señor se manifestó con poder. Él no quería

que muriera en sus manos. No pude predicar por la fuerza

de la presencia de Dios. La gloria se reflejaba en mi rostro

como un baño de sol caliente. Dios habló esa noche. El

púlpito estUYO rodeado de gente que buscaba sinceramente

a Dios hasta medianoche.

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