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Azusa Street
entre la gente, pero e! líder de la iglesia no era fiel. Casi provocó
la muerte de nuestro hijito ]ohn. Retuvo el dinero que
los santos habían ofrendado para nosotros, para comprarse
un par de zapatos nuevos, aunque los zapatos que ya tenía
eran mucho mejores que los míos. Cuando fui a comprar los
boletos para Colorado Springs descubrí que no me alcanzaba
el dinero, y debí volver a la casa y pedirle al secretario que me
informara de! dinero que había sido ofrendado. El pastor se
había ido de la ciudad con mi dinero. Perdimos nuestro tren,
y llegamos a Colorado Springs fuera de hora. 0)0 habían hecho
ningún arreglo para alojar a mi familia, ya que pensaban
que yo iba solo. Nos llevaron a una casa que no tenía calefacción
por esa noche, y e! pequeño John contrajo una congestión
que casi le produce la muerte. Hacía un frío como para
congelarse. Todo esto debido al pecado de ese líder de Denver.
Él había resistido mucho al Espíritu cuando teníamos las
reuniones allí. Tiempo después Dios hizo que me enviara el
dinero. Algunos años más tarde confesó que había fraguado
la experiencia de "Pentecostés". Temo que muchos líderes
han hecho lo mismo.
En Colorado Springs prediqué seis veces. El Espírítu fluía
como aceite. Pocas veces he experimentado tal libertad.
¡Oh, cuán grandes son las posibilidades cuando reinan la
pureza y la unidad! El hermano Bre!sford era el pastor de
esa iglesia. Luego fue a Egipto como misionero. Trinity, Colorado,
fue la siguiente escala. Allí prediqué diez veces, ante
un grupo de santos realmente hambrientos de Dios, que
fueron fortalecidos y bendecidos. Pero la gran altura era un
problema para nosotros. El diablo trató de hacer que nuestro
tren se descarrilara justo antes de llegar allí. Desde allí,
con el tren de Santa Fe, fuimos hasta Los Ángeles. Una noche,
mientras estábamos en Arizona, las ruedas del tren comenzaron
a deslizarse por una pendiente muy empinada.
Yo apliqUé los frenos con oración. El Señor nos libró. Pero
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