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La.s reuniones de la ca.lle Octava y :'vlaple
contristado. Yo no le resistí, sino que entregué todo el asunto
en manos de Dios. La reunión estaba arruinada. No intenté
continuar hablando. Él se quedó durante aproximadamente
media hora después de hablar. Este hombre se me
había opuesto en otras reuniones anteriormente. El diablo
lo había puesto en mi camino para ser obstáculo en mi ministerio.
Pero esta YeZ había ido demasiado lejos. Dios lo reprendió.
Dos días después me escribió pidiéndome perdón,
prometiendo no oponerse más. Volvió a Hermón y pidió
perdón públicamente en la reunión.
Fui nuevamente a Pasadena y hablé en la pequeña obra
misionera Alley. Mi mensaje fue una advertencia. Los pecadores
habían estado jugando peligrosamente con Dios.
Mientras yo hablaba, un espíritu de oración cayó sobre dos
hermanas, Mamie Craybill y]essie Hewett, la hermana que
luego fuera tan maravillosamente aclamada. Terminé la reunión
y llamé a los obreros para orar, pero nadie se quedó,
aparte de estas dos hermanas. No podían irse. Los otros nos
dejaron solos en la batalla. Yo no podía abandonar a las hermanas.
Estaban bajo una pesada carga de oración, de rodillas.
El Señor las sostenía. Entonces, el espíritu de oración
se apoderó también de mí. Los pecadores de arremolinaron
a nuestro alrededor mientras orábamos y llorábamos ante el
Señor. Nuestra carga era por ellos. La banda de brutos se
,'oh'ió casi demoníaca en su resistencia. Era una "hora de tinieblas".
La obra misionera estaba ubicada en un oscuro callejón,
en la mitad de la cuadra. No había luces afuera, ni
protección policial. El Espíritu me advirtió tres veces que
mi vida estaba en peligro. Para este entonces, la banda parecía
estar sedienta de mi sangre. Un alemán malvado y ateo
era su líder.
Ahora me acusaban de hipnotizar a las dos hermanas. Estábamos
en la cueva de los leones, sin salida natural posible,
Esta banda había escuchado el evangelio en las reuniones y
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