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Un nuevo ministerio en el Este
vuelta a California, y teníamos muy poco dinero. Mientras
estábamos de rodillas, orando, en casa de la hermana Weaver,
antes de partir, el Señor le dijo que me diera exactamente
cincuenta dólares. Nadie había dicho ni una palabra sobre
lo que yo necesitaba. Ella me entregó esa suma. El Señor
había guardado su promesa y me había repuesto el dinero
que había gastado en el último viaje al oeste. Pero yo tenía
que estar dispuesto a hacer el sacrificio en fe, y esperar hasta
el fin del viaje, para recuperarlo.
En Nueva York hablé tres veces en la iglesia de la calle
Cuarenta y Dos, y luego fui a la Escuela de Capacitación de
la Asociación Cristíana de Jóvenes en Nyack (Nueva York).
Uno de los profesores, a quien yo conocía y que era pentecostal,
me pidió que hablara allí nuevamente ese año, yambos
nos regocijamos con una risa santa. El Espíritu daba testimonio
de su complacencia. En este momento la oposición
en la escuela era muy grande. Él arregló lo relativo a la reunión
por teléfono, dado que estábamos a cierta distancia de
Nyack. Los profesores fueron tomados por sorpresa. Cinco
minutos más tarde, hubieran cancelado el compromiso, si
Dios se los hubiera permitido. Me sujetaron a una censura
pretendidamente severa antes de que yo subiera a la plataforma,
indagando sobre qué predicaría. Esto me limitó un
poco, pero Dios dio la victoria. Yo les hablaba a los alumnos.
Y ellos estaban hambrientos. Dormí en la escuela y a la mañana
siguiente se me permitió hablar nuevamente. Finalmente,
Dios tocó sus corazones. Volví a Nueva York y prediqué
cuatro veces en el "Salón de las Buenas Noticias". El
Señor nos bendijo en gran manera. Luego recogí a mi familia
en Peekskill y los llevé a la casa de mi hermano Will, en
Filadelfia, mientras yo corría a Michener para despedirme
de mis padres.
Boehmer y yo tomamos luego el tren hacia Providence, para
asistir a una convención. Aquí yo era el orador principal,
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