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Azuza Street

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A2usa Street

abundancia. En Stockton hablé seis veces. Descubrí que allí

había mucha carnalidad. Pero Dios dio la Yictoria. Era la

misma vieja historia. Estaban esperando que Dios bautizara

su fortaleza, no su debilidad. Sufrí mucho físicamente, atacado

por resfríos y neuralgias.

El pequeño John también enfermó gravemente. Nuestra

próxima escala en el viaje fue en el Hogar de Carrie j.

Montgomery, en Beulah, cerca de Oakland. donde estuvimos

algunos días. Mientras parábamos aquí, fui de visita a

San Francisco y recorrí la ciudad destrozada. Yo no había

estado allí desde el terremoto. A pesar de la labor incensante,

de día y noche, durante dos años. para reparar los

daños, la ciudad entera estaba prácticamente en ruinas. Se

habían levantado algunas torres, con forma de edificios

modernos, pero eran sólo una especie de disculpa para la

ciudad. Había tantos escombros todavía que apenas podían

despejar el terreno lo suficiente como para reconstruir.

Muchas calles estabal1 toclavía tan torcidas. hundidas

y levantadas, que era difícil abrirse camino por ellas. Parecía

una vieja aldea perdida en el campo, casi totalmente en

ruinas, en vez de la orgullosa ciudad que alguna vez fuera.

Se habían levantado muchos edificios baratos de madera.

Pero las orgullosas mansiones habían quedado tal cual como

cayeron, en ruina total.

El pecado parecía florecer más abiertamnte, si fuera posible,

que nunca; la gente cada vez se preocupaba menos.

En medio de las ruinas donde se habían perdido miles de

vidas se levantaban infames covachas. Se limpiaba el terreno,

se levantaban edificios, y la danza con la muerte contjnu~ha.

Los bares eran lo primero que se reconstruía. Todos

desafiaban abiertamente a Dios. En realidad, en todas

partes se escuchaban frases orgullosas contra Él. ¡QUé tontos

vuelve a los hombres el pecado i Un cartel con una calavera

sobre dos tibias cruzadas. iluminado por una luz

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