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Azuza Street

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en ruego por \0. unidad

Alguien ha dicho: "Las pasiones jamás se muestran con

mayor violencia que en una discusión sobre temas religiosos".

Es un hecho que en ninguna parte del mundo ha habido

guerras más terribles que entre los cristianos. Pensemos

en la que acaba de terminar. En vista de estos hechos, es de la

mayor importancia que nos cuidemos de tener el Espíritu de

Cristo, no un espíritu religioso. Alguien ha dicho, además:

''Las facciones no tienen misericordia, y lo que debiera excitar

su compasión, no hace sino inflamar su ira". Hay multitudes

de personas que, según parece, creen seriamente que "el

fin justifica los medios" en lo relativo a la religión.

Lutero, en su época, escribió sobre el espíritu de desunidad

que imperaba entre las diversas sectas y divisiones de la

Iglesia Romana, las siguientes palabras: "Sacerdotes, monjes,

y laicos, han llegado a odiarse más entre ellos que lo que

los cristianos odian a los turcos. Cada uno se aferra a su propia

secta, y desprecia las demás. La unidad y la caridad de

Cristo han llegado a su fin". Eso pensaba Lutero.

El historiador D'Aubigne, escribiendo sobre la Reforma

en Suiza, comenta: "Los dominicanos, los agustinos y los

capuchinos, por tanto tiempo enemigos, se vieron reducidos

a la necesidad de vivir juntos (debido a la pobreza); un

anticipo del infierno, para estos pobres monjes."

En el concilio donde finalmente se encontraron Lutero y

Zwinglio, este último le rogó a Lutero que se reconciliara

con los reformadores suizos. "Confesemos" dijo él, "nuestra

unión en todas las cosas en que concordamos; y en cuanto

al resto, recordemos que somos hermanos. Nunca habrá paz

entre las iglesias si, mientras mantenemos la gran doctrina

de la fe, no podemos diferir en cuestiones secundarias" Solo

con gran esfuerzo Lutero aceptó esta posición, y como

consecuencia de su espíritu tan poco amoroso y violento,

cayó en un abismo de melancolía y desesperación en el que

sentia que Dios lo había abandonado. Y así fue, sin duda,

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