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Azusa Street
pero ella seguía sentada, sin moverse. Eran más de las once.
Le hablé, advirtiéndole que esa podía ser su última oportunidad.
Pero ella permaneció indiferente. Entonces comencé
a insistirle. La gente se oponía a que yo la presionara para
tomar una decisión. Pensaban que yo estaba yendo demasiado
lejos. Pero mi alma estaba en una agonía de oración
por la suya. Tuve que resistir la oposición de la mayoría de
los otros líderes, así como la del enemigo. Batallé de esta
forma durante una hora entera. Algunas \"eces, la desigualdad
de la lucha me hacía retroceder. y casi me sentía tentado
a sentir que debía de haberme equivocado al pensar que
eso era lo que Dios quería. Finalmente caí al suelo, presa de
verdaderos dolores de parto por su alma. Entré en crisis. Parecía
que me arrancaban la vida. Sentí una ínfima parte de
lo que Jesús debe de haber sentido en el Getsemaní por nosotros.
Esta clase de oración cuesta. Entonces, repentinamente,
toda la carga se apartó de mí y cayó sobre ella. Cayó
al suelo como si le hubieran disparado, y comenzó a gritar
en medío de la agonía de su alma. Y así estuvo, luchando,
llorando, durante casi tres horas, hasta llegar, con el corazón
destrozado, al Calvario, a la restauración. Eran casi las
tres de la madrugada cuando se levantó. con el rostro resplandeciente
como el de un ángel, en perfecta Yictoria. Había
valido la pena aferrarme a Dios y obedecer a mis conYicciones.
Ella confesó que había estado muy cerca de la "línea
mortal" esa noche, en su resistencia a Dios. Esta hermana
recíbió luego un ministerio de intercesión, y fue utilizada
por Dios en una forma maravillosa en el trabajo de parto
por las almas durante las reuniones.
Una noche, mientras predicaba en Hermón, un predicador
se levantó de un salto e interrumpió mi mensaje. Dijo
que tenía que irse a su casa, pero primero quería testificar.
Luego de hablar durante un cierto tiempo, se sentó.
Él había destruido mi mensaje, y el Espíritu estaba muy
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