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Azuza Street

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Azusa Strcc{

muy extraño. Una terrible conYicción cayó sobre los incrédulos.

Aprendimos en forma nueva eso de "si no os volvéis

como niños... " Evidentemente, los métodos evange!ísticos

modernos no son totalmente indispensables para la salvación

de las almas. Las iglesias pueden ganarnos en esto. Será

mejor que nos aferremos a nuestro don particular. aunque

sea una "obra extraña". Tendremos mayor éxito en eso.

Que Dios haga las cosas como Él quiera. En esos días el poder

y la presencia de Dios muchas veces hacían que la gente

se convirtiera sin siquiera dejar sus asientos. No teníamos

que arrastrarlos hasta el altar y luchar contra ellos para que

fueran salvos. No venían al altar para luchar contra Dios. En

Denver, como en Azusa, se practicaba mucho el "cantar en

el Espíritu". Este "don" en particular parecía acompañar a la

obra dondequiera que surgiera.

En Chicago nos quedamos en el Hogar de Rescate Beulah.

Prediqué allí, y también en la obra misionera del hermano

Durham, en North Avenue, bajo una preciosa unción. Prediqué

tres veces en la obra misionera de! hermano S. B.

Shaw, autor del librito "El Gran Avivamiento de Gales". Finalmente

llegamos a Conneaut, ühio, el 30 de abril, en medio

de una tormenta de nieve. Dios me había mostrado en

Los Ángeles que comenzaría las reuniones allí ell de mayo.

Ellos trataron de apresurar las cosas para que llegáramos un

me" 8nt es. Pero nosotros seguimos el orden divino. La presencia

del Señor estuvo con nosotros en ConneauL desde el

comienzo. Era una obra misionera de la Santidad. Realmente

teníamos muy poco que hacer, excepto obsen'ar y ver

obrar a Dios. El Espíritu se hacía cargo de las reuniones. En

Conneaut estuve casi todo el tiempo postrado sobre mi rostro.

La batalla era del Señor. Y ningún otro podía haberla

peleado allí. Sufríamos la más encarnizada resistencia. El

Señor me había advertido que esto sucedería antes de salir

de Los Ángeles. El líder que había escrito para im'itarme no

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