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Azuza Street

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L ¡)::; re II n i n n e s del a e a 11 e O e t a \" <l ;'" \í <\ P ¡ l'

puesta sobre un poste para ser adorada. Al hacerlo, dejaría

de sanarnos y se convertiría en 'lila "cosa de bronce" (nota

marginaL 2 Reyes 18:4), que debía hacerse pedazos.

Nue\'amente yo atravesaba grandes pruebas en lo económico.

Un día debí caminar veinticinco calles hasta la ciudad, ya

que no tenía dinero para tomar un coche. Un hermano casi

tan pobre como yo me dio una moneda para que pudiera volver

a casa. Al mismo tiempo, teníamos reuniones gloriosas.

Muchos caían postrados bajo el poder. Una noche el diablo

envió dos personajes extranos para entorpecer la obra. Una

mujer espiritualista se puso a la cabezo, como el tambor del

ejército. para dirigir el canto. Yo oré para que se fuera de la

iglesia. Al otro, un predicador fanático con una voz que casi

quebraba los vidrios de las ventanas, tuve que reprenderlo

abiertamente. Se hizo cargo de Lada la reunión. De su ser brotaba

el engano. El Espíritu estaba terriblemente conLristado.

Dios no podía obrar. Yo había sufrido demasiado por la obra

como para entregarle todo al diablo tan fácilmente. Además,

era responsable por las almas, y por la renta. Por eso, me vi

obligado a decirle que se fuera.

Tu\'imos una batalla terrible con espíritus como esos. Podrían

haber arruinado todo. El diablo no tiene conciencia, y

la "carne" no tiene sentido común. La primera vez que abrí la

iglesia para realizar una reunión, encontré a uno de los peores

fanáticos y dementes religiosos sentado en los escalones,

esperándome. Quería hacerse cargo de la iglesia. Era un predicador.

Lo eché del lugar, como Nehemías hizo con el hijo

deJoiada (Nehemías. 13:28). Yo jamás había sonado

que podía haber tanto del diablo en tantas personas. La ciudad

parecía llena de ellas. Esto tentaba a los santos a quc lucharan

y entorpecía la obra del Espíritu. Estos dementes eran

los primeros en llegar a las reuniones. Tuvimos un tiempo de

gran ·'limpieza". Especialmente en el caso de los viejos profesores.

Había mucho "cuaquerismo" profesional, religioso. El

adquiérelo en tu librería

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