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:\:::usa Street
quedar a solas con Dios. 1\0 había un espíritu ruidoso o de
excitación allí. Eso, al menos, podía hacerse en algún otro
lugar. Los reclamos y la confusión de un mundo agotador
quedaban afuera. Era una especie de "ciudad refugio", un
"lugar de reposo" donde podía escucharse a Dios hablando
a las almas. Los hombres pasaban horas en silencío allí, escudriñando
sus propios corazones en privado, y procurándose
la mente de! Señor para sus futuras actividades. Algo
así parece imposible hoy, en e! ambiente en que nos movemos.
Morimos al "yo" al entrar a su presencia. Y esto requiere
gran quietud de espíritu. T\ecesitamos un "lugar
santísímo" ¿Qué judío se hubíera atrevído a actuar en el
templo de Dios en la forma que lo hacemos hoy en los templos
de las iglesías? Hubíera signíficado la muerte para él.
Estamos llenos de necedad y fanática confianza en nosotros
mísmos. Hasta los formales romanos guardan, en general,
mayor reverencia que nosotros.
El domingo 26 de agosto, el pastor Pendleton y aproximadamente
cuarema miembros de su iglesia vinieron a la
Octava y Maple a adorar con nosotros. Habían recibido e!
"bautismo" y habían hablado en "lenguas" en su iglesia. La
Iglesia de la Santidad los había echado de su propio templo
por esto, que para ellos era un crimen imperdonable. Esta
congregación había construido un templo con sus propios
[amIas. La propiedad valía diez mil dólares. Pero ellos la dejaron
gozosos, para seguir a Jesús. Había sido entregada a la
Lociación. Esto parece ser un gran error en esos casos. La
propit:dad debería pertenecer a la iglesia local. Algunas semanas
'ultes yo había sentido que debía décirle al pastor
Pendleton, cierta vez que lo encontré en Azusa, que deberíamos
adorar Juntos. Esto fue incluso antes de que consiguier"
el templo de la Octava y Maple. 1\0 tenía reuniones
propias en esa época. Pero se comprobó que lo que había
sentido cra ele! Seíí.or. En ese momento él no pensaba que
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