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Azuza Street

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Azusa Street

Para el 31 de diciembre habíamos recibido solo 50 centavos.

No habíamos progresado. Mi salud era débil, desde mi

niñez. En ese momento escribí en mi diario: "Mi salud es

muy débil, pero creo que viviré para ver terminada mi obra.

A pocos les gusta ir a los lugares difíciles, pero mi tarea es

ir donde otros no quieren ir. Parece que Dios solo puede

conseguir un hombre que no tiene más motivo por el cual

vivir que el cielo, para hacer la obra, porque lo que se necesita

es un hombre con esa fortaleza. Me alegra que Él me use

hasta lo último para su servicio. Prefiero gastarme a arrumbarme;

prefiero morir de hambre para Dios, si es necesario,

que engordar para el demonio". Ese era el espíritu de mi

consagración.

El 2 de enero testifiqué y ayudé en una reunión que duró

todo el día en la Iglesia Evangélica Metodista de Boyle

Heights, a la que llegué a pie, ya que no tenía dinero para

tomar un coche. Estaba muy cansado al volver, por lo que

le pedí al Señor que me llevara en coche, y encontré una

moneda en la acera. Así volví a casa en coche.

Prediqué en la obra misionera de la calle Quinta, que era

controlada por "Zarza Ardiente". Dios me ungió con su gracia

mientras exhortaba a encontrar el punto medio entre el

formalismo y el fanatismo. La gente se estaba volviendo loca.

Jesús fue crucificado "entre dos ladrones". El diablo parte

una obra por la mitad, y huye llevándose el corazón, dejando

a los santos en los extremos, y así destruye el todo.

Somos criaturas de extremos.

La pequeña Esther, nuestra hija mayor, comenzó a sufrir

de convulsiones, y se fue a estar con Jesús el 7 de enero a

las cuatro de la madrugada. Ella había sufrido toda su vida;

era muy débil desde el día que nació. Esta vez parecía que

la voluntad de Dios era llevársela. Me vi obligado a orar para

que se viera librada de tanto sufrimiento. Sentía que la

estaba sujetando con mis oraciones, y así prolongaba su

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