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ESTADO AMBIENTAL DE BOLIVIA

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La soya es una planta de origen asiático, donde goza de gran prestigio como<br />

alimento y sazonador. Ha sido traída a América del Norte después de la II Guerra<br />

Mundial, cuando los americanos descubrieron su alto contenido en aceite y en<br />

proteínas. Pronto se convirtió en el principal componente de alimentos balanceados<br />

para animales, aparte de su uso como aceite vegetal. En la década de 1970<br />

fue introducida en gran escala a Brasil, Argentina y luego a Paraguay, siempre<br />

como producto de exportación para la cría de animales en los países del norte.<br />

En esta primera etapa, la soya llegó a Bolivia en el marco de la promoción de los<br />

complejos aceiteros (Villamontes, Santa Cruz), siendo sólo un producto entre otros:<br />

algodón, girasol, maní.<br />

La etapa de la gran expansión de la soya en Bolivia se inició a partir de los “ajustes<br />

estructurales” (DS 21060) y el cambio de modelo económico. De la “sustitución<br />

de las importaciones en alimentos” - vigente hasta entonces como patrón de la<br />

agricultura - las políticas públicas cambiaron a la consigna del “exportar o morir”.<br />

Hacia finales de la década de 1980, a través del mega proyecto “Lowlands”,<br />

el Banco Mundial, el BID y la CAF financiaron créditos, obras de infraestructura,<br />

plantas industriales, y aseguraron el mercado preferencial de la soya boliviana a<br />

nivel de la CAN. Desde entonces el cultivo de soya experimentó una expansión<br />

considerable (aunque menor de la deseada por los agroindustriales), tanto en<br />

superficie cultivada (ca. de 1 millón de ha/año), como en volumen (ca. de 1,5 de<br />

tn/año), convirtiéndose en el principal producto de exportación no tradicional.<br />

No es éste el lugar para analizar las consecuencias respecto al acaparamiento<br />

de tierras, la nueva ampliación de la frontera agrícola a costa de los bosques,<br />

la constante variación de precios y dificultades de acceder a mercados, etc. Lo<br />

que hay que constatar es que, hasta este punto, aún estamos hablando de la<br />

soya “convencional”, y de un producto destinado principalmente a los alimentos<br />

balanceados y al aceite comestible.<br />

Distinta es la etapa que acaba de comenzar: con gran despliegue en los medios<br />

se están promocionando los agrocombustibles como alternativa prometedora<br />

para los agricultores. 33 Algunos resultados ya son visibles, como en la renovada<br />

expansión del cultivo de la caña y en las plantas azucareras convertidas en productoras<br />

y exportadoras de etanol. Falta muy poco para que se destine la soya a<br />

la producción de agrodiesel. Los primeros pasos ya están dados: para incrementar<br />

la productividad y supuestamente reducir los costos de producción, se introdujo<br />

semilla transgénica. El glifosato, agroquímico ligado a ella, ha conquistado un<br />

lugar firme en el mercado de insumos para los agricultores cruceños. El capítulo<br />

entra a continuación en mayores detalles sobre las consecuencias – peligros para<br />

la soberanía alimentaria y la salud, eliminación de bosques, invasión de empresas<br />

trasnacionales, concentración de tierras – que serán inevitables, a no ser que el<br />

sentido de responsabilidad de la sociedad y la política del gobierno tengan la<br />

fuerza de reconducir el proceso que está en marcha.<br />

33 En el lenguaje común y periodístico se suele hablar de “biocombustibles” en referencia a<br />

las tecnologías que convierten vegetales en energéticos para la industria y el parque automotor.<br />

El prefijo “bio” insinúa que se trata de energéticos renovables y limpios. No compartimos<br />

este “optimismo” y estamos convencidos que el uso del término “biocombustible” es<br />

propagandístico y falso. Preferimos entonces llamar al niño por su nombre: son combustibles<br />

procedentes de los vegetales y del agro y, por tanto, el nombre correcto es “agrocombustibles”.<br />

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