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ESTADO AMBIENTAL DE BOLIVIA

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Consejo, en los hechos, la dirección de las reuniones estaba normalmente a cargo<br />

de “facilitadores”, que eran consultores de ONGs o del SERNAP. Finalmente, como<br />

vimos, sus representantes fueron desplazados de la presidencia. De esta manera,<br />

el Estado tomaba para sí el control de una instancia de representación que, según<br />

sus propias normas y objetivos, correspondía a los indígenas.<br />

Uno de los temas que subyace a la problemática del Pilón Lajas, es el derecho al<br />

aprovechamiento de los recursos naturales. Como mencionamos antes, en la primera<br />

crisis entre la TCO y la RB-PL, los representantes indígenas denunciaron que el<br />

destino de los recursos económicos era fundamentalmente conservacionista y no<br />

el desarrollo económico-productivo de la TCO, y que el financiamiento destinado<br />

a este rubro se estaba destinando a los colonizadores.<br />

En ese entonces, VSF ya habían advertido sobre el peligro de que la falta de alternativas<br />

llevara a los indígenas a una alianza con los madereros. 38 Efectivamente,<br />

los indígenas de algún modo estaban presionados para insertarse en la dinámica<br />

del mercado, dada su necesidad de dinero para enfrentar gastos en educación,<br />

alimentación, atención médica, y otros que derivan del proceso mismo de cambio<br />

cultural. En este contexto de transformaciones impuestas por la modernidad,<br />

el dinero se constituye en un medio para lograr el ascenso social, y para acceder<br />

a la generalmente subestimada importancia que los indígenas asignan a su integración<br />

a la sociedad nacional. Al interior de las comunidades, esta integración<br />

suele representar una condición de superioridad a la del mantenimiento de determinados<br />

patrones culturales “tradicionales”.<br />

Frente a estos problemas y necesidades crecientes no resueltos por más de una<br />

década, la alternativa económica más viable para los indígenas era su relación<br />

con los madereros, dispuestos a pagar por los árboles de la TCO. En esta situación,<br />

las restricciones impuestas por la RB-PL a la explotación de los recursos naturales,<br />

aún en el supuesto caso de que las normas se aplicaran con justicia y equidad<br />

para todos los sectores, eran sujetas de ser cuestionadas ante la ausencia de alternativas<br />

económicas reales.<br />

La lógica de una conjunción entre la conservación de la naturaleza y la preservación<br />

de la cultura y sociedad indígena, va quedando atrás frente a la creciente<br />

dependencia indígena del aprovechamiento de la naturaleza como fuente de<br />

dinero. Y como el proceso de cambio cultural parece irreversible, se puede avisorar<br />

una gradual campesinización de los indígenas. Y a medida que esto sucede,<br />

su derecho exclusivo a la TCO, tiende a ser vista como un injusto privilegio por los<br />

“otros” campesinos. Tal es la situación en un área protegida vecina (el Parque<br />

Nacional Madidi).<br />

Los peligros que ha enfrentado el AP hasta el momento, han sido mayormente<br />

externos (por ejemplo: madereros), pero, al presente existen signos preocupantes<br />

del descontento de los pobladores de la TCO con el área protegida. Esto se expresa<br />

claramente en la intervención de una mujer tsimane’ en el taller de corregidores<br />

del 3 de noviembre, 2005: “[…] los colonos dicen que no es nuestro territorio,<br />

dicen que es del gobierno…”.<br />

Cuánta flexibilidad permiten los funcionarios de la RB-PL a las actividades extractivas<br />

de uno u otro sector, es el eterno tema de la búsqueda de un correcto equilibrio<br />

en la aplicación de las leyes; tomando en cuenta el principio de parque<br />

con gente, es muy difícil de lograr teniendo en cuenta derechos preexistentes al<br />

“trabajo” y la ocupación de espacios para fines productivos, sustentados en la<br />

Constitución Política del Estado. Estos derechos preexistentes se contraponen a<br />

38 Plan de Manejo, 1997-2001.

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