Introducción general a las obras completas de Andrés Bello

«Menguada fue la hora en que viniste,
dice, a jurisdicción de Rocatriste.
«Pero hallándose el número cumplido
de víctimas que mueren cada día,
según el rito ahora establecido
en esta malhadada estancia mía,
ten, si en algo lo estimas, entendido
que tu fin no es llegado todavía;
mas de la luz despídete, que es ésta,
¡mezquino!, la postrera, que te resta».
Al solitario albergue de un oscuro
sótano el caballero es conducido,
en que un lecho le aguarda angosto y duro
y un pedazo de pan enmohecido.
Juzga llegado el término inmaturo
de su vida, y lo toma a buen partido,
que sin honor la vista le es amarga
del mundo, y el vivir pesada carga.
Postrado a la fatiga y la tristeza,
del ánima mortal doble beleño,
reclinó, como pudo, la cabeza,
y abandonose, sin sentir, al sueño.
Mas no ha dormido el infeliz gran pieza,
cuando tocar se siente, y al pequeño
resplandor de una lámpara expirante,
el bulto de la vieja vio adelante.
La cual así le habla: «Caballero,
tu presencia gentil tanto me obliga,
que una proposición hacerte quiero
con que evitar tu muerte se consiga.
Mas por que entiendas mi designio, el fuero
que aquí se guarda es menester te diga,
y que con harta pena haga memoria
Poesías
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