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Introducción general a las obras completas de Andrés Bello

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Poesías<br />

El testimonio <strong>de</strong> Miguel Luis Amunátegui es <strong>de</strong> indiscutible valor a este respecto. Y junto al <strong>de</strong> este<br />

meritorio escritor chileno, fiel guardián <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong>l insigne poeta, el <strong>de</strong> todas <strong>las</strong> personas que, por<br />

diversas circunstancias y activida<strong>de</strong>s, tuvieron trato con <strong>Bello</strong> en <strong>las</strong> postrimerías <strong>de</strong> su vida.<br />

Dice Amunátegui: «Cuando se sintió aquejado por <strong>las</strong> dolencias propias <strong>de</strong> la vejez, una inclinación<br />

natural aumentó su gusto a la medicina». De este replegarse en sí mismo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una arriesgada<br />

aventura espiritual por el mundo <strong>de</strong> los hombres y <strong>de</strong> <strong>las</strong> i<strong>de</strong>as, surgieron siempre conceptos que<br />

revelaban una profunda serenidad interior, no obstante la actividad persistente, brasa viva <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a en<br />

elaboración. Porque su meditación no era pasiva, como frecuentemente acontece en los ancianos, sino<br />

que el pensamiento continuaba hilando entre experiencias fecundas, como en los mejores tiempos <strong>de</strong><br />

su vida, hasta el punto <strong>de</strong> que son frutos <strong>de</strong> estas horas <strong>de</strong> soledad, pero no <strong>de</strong> <strong>de</strong>spego a la vida que lo<br />

abandonaba lentamente, <strong>las</strong> correcciones <strong>de</strong>finitivas al Poema <strong>de</strong>l Cid , al Orlando Enamorado y a la<br />

Filosofía <strong>de</strong>l Entendimiento , obra, como hemos dicho ya, <strong>de</strong> indiscutible valor, para el conocimiento<br />

exacto <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>ología.<br />

Ejemplo <strong>de</strong> virilidad, <strong>de</strong> resignación cristiana y <strong>de</strong> conciencia en el valor que la propia obra tendrá<br />

para la posteridad, sólo lo encontramos parecido en Cervantes, quien con un pie puesto sobre el estribo<br />

<strong>de</strong>l misterio, en el Persiles habla con dolor, pero sin amargura, <strong>de</strong> otros libros suyos que la premura<br />

<strong>de</strong>l tiempo no le permitirá concluir.<br />

Del libro <strong>de</strong> Amunátegui tomo este trozo <strong>de</strong>l escritor francés T. Mannequin, quien, como testigo<br />

presencial, aporta datos inapreciables, relativos a la serenidad, expresión <strong>de</strong> su íntima sabiduría, <strong>de</strong>l<br />

Patriarca <strong>de</strong> <strong>las</strong> Letras Americanas.<br />

«He conocido -dice el señor Mannequin- a algunos <strong>de</strong> los escritores escogidos por el señor Torres<br />

Caicedo, y podría agregar mi testimonio al suyo respecto a ellos. Citaré particularmente a Don <strong>Andrés</strong><br />

<strong>Bello</strong>, a quien yo llamaría con gusto el Néstor <strong>de</strong> la literatura hispanoamericana. Don <strong>Andrés</strong> <strong>Bello</strong><br />

será bien pronto nonagenario; y continúa trabajando como en su juventud. Un historiador eminente,<br />

Don Diego Barros Arana, a quien siento no ver figurar en la primera serie <strong>de</strong> <strong>las</strong> biografías <strong>de</strong>l señor<br />

Torres Caicedo, me condujo a casa <strong>de</strong> <strong>Bello</strong>, cuatro años ha, en Santiago <strong>de</strong> Chile. El sabio anciano<br />

estaba en su bufete, don<strong>de</strong> pasa regularmente ocho o diez horas cada día; es el puesto en que quiere<br />

morir. No he visto nunca cabeza más bella ni fisonomía más dulce y benévola. Contra los hábitos<br />

<strong>de</strong> los ancianos, habla poco, y gusta <strong>de</strong> oír hablar. Hay siempre que apren<strong>de</strong>r, dice, en el trato <strong>de</strong><br />

nuestros semejantes. ¡Rara y encantadora mo<strong>de</strong>stia que aún no ha formado escuela en parte alguna!<br />

Don <strong>Andrés</strong> <strong>Bello</strong> sería excusable, sin embargo, si tuviese vanidad, porque ha escrito <strong>obras</strong> estimadas<br />

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