Manual 2 - The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints
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El trabajo nos prepara para mayores responsabilidades<br />
Cita Lea la siguiente declaración del presidente Spencer W. Kimball:<br />
“Estoy agradecido por la experiencia que, bajo la tutela de mi padre, tuve de lavar las<br />
monturas de caballo con un jabón especial y engrasarlas para que se conservaran en<br />
mejores condiciones. Aprendí a pintar las cercas, el tanque del agua, el cobertizo del<br />
carruaje, el granero, la carroza y la carreta y finalmente la casa. Y desde aquellos días en<br />
que me salían ampollas en las manos, nunca me sentí arrepentido por haber tenido tales<br />
experiencias” (en Conference Report, abril de 1976, pág. 172; o Ensign, mayo de 1976,<br />
pág. 126).<br />
Pizarra y análisis • ¿De qué manera, piensan ustedes, reaccionaría el presidente Kimball cuando tenía que<br />
hacer aquellas tareas en su juventud?<br />
• ¿Qué creen ustedes que aprendió el joven Spencer Kimball de todas esas experiencias<br />
que le ayudaron a prepararse para cumplir más tarde en su vida con sus llamamientos<br />
como misionero, apóstol y pr<strong>of</strong>eta? (Las posibles respuestas podrían incluir: aceptar<br />
responsabilidades, completar sus tareas, seguir instrucciones, enorgullecerse de sus<br />
logros, prestar servicio a los demás y adquirir aptitudes.)<br />
Resuma en la pizarra las respuestas de los jóvenes.<br />
• ¿Qué clases de trabajo hacen ustedes?<br />
• ¿Qué bendiciones han recibido ustedes y sus familias gracias al trabajo?<br />
El trabajo honrado y arduo vigoriza el carácter<br />
Relato y análisis Lea o relate con sus propias palabras la siguiente historia:<br />
“Nadie en nuestro pueblo de Utah sabía de dónde había venido la Condesa. La forma tan<br />
particular y exquisita en que hablaba el inglés indicaba a las claras que no era<br />
estadounidense. Por el tamaño de su casa y por la cantidad de sirvientes que tenía,<br />
sabíamos que se trataba de una persona adinerada, pero jamás tenía invitados, y<br />
además había dejado bien en claro que cuando estaba en su casa, no quería recibir a<br />
nadie . . .<br />
“La Condesa usaba en todo momento un bastón, no solamente para apoyarse al<br />
caminar, sino como un medio de castigo para todo jovenzuelo que ella consideraba que<br />
merecía que se le disciplinara, y de tanto en tanto, todos los muchachos de nuestro<br />
barrio daban muestras de merecerlo. Corriendo rápido y manteniéndome alerta en todo<br />
momento, me las había ingeniado para permanecer fuera de su alcance. Pero un día,<br />
cuando yo tenía 13 años y tras saltar el vallado de su casa para tomar un atajo, pasé<br />
corriendo lo suficientemente cerca de ella como para que me alcanzara con su bastón.<br />
El golpe fue duro y me hizo saltar más de medio metro del suelo.<br />
“—Jovencito, quiero hablarte por un momento —dijo.<br />
“No tuve ninguna duda de que me habría de dar un buen sermón por lo que había<br />
hecho, pero me miró, esbozando una leve sonrisa en su rostro y, al parecer, cambió de<br />
opinión.<br />
“—¿No vives acaso en esa casa verde con árboles en el frente, en la otra calle?<br />
“—Así es, señora.<br />
“—¿Cortas el césped de tu casa? ¿Lo riegas? ¿Cortas los bordes de los canteros?<br />
“—Sí, señora.<br />
“—Muy bien. Mi antiguo jardinero ya no podrá venir más. Ven por mi casa el jueves a las<br />
siete de la mañana, y no me digas que estarás ocupado con otra cosa. Ya te he visto<br />
haciendo travesuras los jueves.<br />
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