Manual 2 - The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints
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Lección 32<br />
3. ¿Qué beneficio recibieron otras personas?<br />
El don de pr<strong>of</strong>ecía<br />
Reed Smoot, quien fue Senador de los Estados Unidos en representación del Estado de<br />
Utah desde 1903 a 1933, era pequeño cuando escuchó a Brigham Young hacer una<br />
pr<strong>of</strong>ecía que se cumplió muchos años después:<br />
“Brigham Young vino a Provo y en una reunión de conferencia dijo que llegaría el día en<br />
que se podría escuchar la voz humana desde Nueva York hasta San Francisco . . .<br />
“La madre de Reed lo había llevado a la reunión, y cuando regresaban a casa, él dijo<br />
(refiriéndose a lo que había dicho el presidente Brigham Young): ‘Pues ésa es una<br />
mentira. Es absolutamente imposible. No puede ser’. Su mamá era una mujer de mucha<br />
fe y le dijo: ‘Sí, tú vivirás hasta ver el cumplimiento de lo que el Presidente dijo hoy’. No lo<br />
creyó. Pasaron los años y mientras estuvo en el Senado de los Estados Unidos se<br />
construyó un sistema de radiodifusión que permitía hablar desde la ciudad de Nueva<br />
York hasta San Francisco. Uno de sus colegas en el Senado estaba encargado de esta<br />
empresa, y cuando estaba terminado e iban a celebrar el acontecimiento, invitó al<br />
senador Smoot a que fuera a la ciudad de Nueva York y fuera el primer hombre en hablar<br />
por la cadena radiodifusora, lo cual hizo, y se escuchó su voz clara y nítida a través del<br />
continente. De esta forma él cumplió literalmente la promesa hecha muchos años antes<br />
en Provo por el presidente Brigham Young” (“Diríjase hacia mí todo pensamiento”,<br />
Damitas, Curso B, Mujeres Jóvenes, pág. 24).<br />
El don de fe para ser sanado<br />
La siguiente historia nos habla de la fe para ser sanado que un joven holandés demostró<br />
durante la visita del presidente Joseph F. Smith a Holanda en 1906:<br />
“Fue el día 7 de agosto de 1906 que el presidente Smith y sus acompañantes arribaron a<br />
Rotterdam, habiendo desembarcado en Amberes dos días antes. En esa ciudad vivía un<br />
joven de once años de edad, de nombre John Rooth<strong>of</strong>f, que había sufrido mucho por sus<br />
ojos durante varios años. Su madre era miembro fiel de la Iglesia al igual que el joven,<br />
quien poco a poco estaba perdiendo la vista y le era imposible asistir a la escuela. El<br />
joven le dijo a su madre: ‘El Pr<strong>of</strong>eta tiene más poder que cualquier misionero del mundo.<br />
Si me llevas contigo a la reunión y él me ve a los ojos, yo sé que sanarán’. De acuerdo<br />
con su deseo se le permitió acompañar a su madre a la reunión. Al final de ésta, de<br />
acuerdo con la costumbre, el presidente Smith se dirigió a la puerta y comenzó a dar la<br />
mano y hablar con la gente que salía del salón. Cuando John Rooth<strong>of</strong>f se le acercó,<br />
guiado por su madre y con sus ojos vendados, el presidente Smith lo tomó de la mano y<br />
le habló bondadosamente. Luego levantó la venda y vio con simpatía sus ojos<br />
inflamados; al mismo tiempo dijo algo en inglés que no entendió el joven. Sin embargo,<br />
éste quedó satisfecho. El presidente Smith actuó de acuerdo con la fe del joven; y de<br />
acuerdo con su fe así sucedió. Cuando llegó a casa, clamó con gran gozo: ‘Mamá, mis<br />
ojos están bien, ya no siento ningún dolor. Puedo ver muy bien, y también de lejos’.<br />
Después de este acontecimiento el joven pudo asistir a la escuela nuevamente” (“Diríjase<br />
hacia mí todo pensamiento”, Damitas, Curso B, Mujeres Jóvenes, págs. 24–25).<br />
El don del testimonio<br />
El siguiente relato nos habla de cómo dos jóvenes fueron bendecidos con un testimonio<br />
del evangelio:<br />
“Cierto día [mi amigo] Daniel me llamó para decirme que nuestro presidente de estaca<br />
estaba dispuesto a darnos trabajo durante el verano en su mina de uranio cerca de<br />
Uravan, en el estado de Colorado. Yo acepté inmediatamente . . .<br />
“El trabajo era arduo pero lo disfrutamos, y los sábados . . . nos íbamos a [la ciudad de]<br />
Grand Junction para asistir a la Iglesia. En el camino, Daniel me preguntó un día:<br />
“—Roberto, ¿tienes tú un testimonio?<br />
“Moviendo la cabeza le contesté:<br />
“—No, creo que no.<br />
“—¿Has leído el Libro de Mormón?<br />
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