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Manual 2 - The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints

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El lenguaje<br />

decoroso y apropiado<br />

47<br />

OBJETIVO Que cada uno de los jóvenes tenga el deseo de usar en todo momento un lenguaje<br />

decoroso y apropiado.<br />

PREPARACIÓN 1. Materiales necesarios: Libros canónicos para cada joven.<br />

2. Prepare, del volante titulado “Cuatro relatos”, una copia de cada historia y asigne a<br />

diferentes jóvenes que se preparen para leérselas a la clase.<br />

3. Escriba separadamente en hojas de papel las siguientes referencias de las Escrituras,<br />

numerándolas:<br />

(1) Éxodo 20:7.<br />

(2) D. y C. 63:61–62.<br />

(3) D. y C. 63:64.<br />

(4) Santiago 3:8–11.<br />

(5) Mateo 12:36–37.<br />

(6) Mateo 15:17–18.<br />

4. Repase el consejo acerca del lenguaje que se encuentra en las páginas 10 y 11 del<br />

folleto La fortaleza de la juventud (34825 002).<br />

NOTA El Salvador enseñó que lo que contamina y hace impuro al hombre no es lo que come<br />

sino los malos pensamientos y las malas palabras y acciones que salen de su corazón<br />

(véase Mateo 15:17–18).<br />

Esta lección debe recordar a los jóvenes que es importante controlar lo que dicen y que el<br />

poseedor del sacerdocio no debe pr<strong>of</strong>anar, hablar vulgarmente ni contar cuentos obscenos.<br />

SUGERENCIAS PARA<br />

EL DESARROLLO<br />

DE LA LECCIÓN Las palabras obscenas son una enfermedad<br />

Relato “El verano de 1939, dos amigos y yo, los tres maestros en el Sacerdocio Aarónico,<br />

trabajábamos en una planta de empaque en Mesa, Arizona. Mientras trabajábamos,<br />

hablábamos y nos reíamos mucho; aunque, a pesar de lo triste que nos es admitirlo, el<br />

lenguaje que usábamos era generalmente indecoroso y nuestros chistes malsanos. En<br />

nuestro grupo había un cuarto joven que no participaba con malas palabras ni se unía a<br />

nuestros chistes. En cierta ocasión le pregunté por qué no lo hacía. Su respuesta me<br />

cayó como una b<strong>of</strong>etada. Me dijo: ‘Yo pertenezco a la Iglesia Pentecostés, y no creemos<br />

que sea correcto hacer ese tipo de cosas’.<br />

“El resto de la mañana fue muy silenciosa, y a la hora del almuerzo, tres jóvenes<br />

mormones avergonzados buscamos un lugar para estar separados de los demás. Así<br />

nos sentíamos: ‘Aquí estamos nosotros, poseedores del sacerdocio de Dios, permitiendo<br />

que sea alguien más el que nos dé un buen ejemplo. ¿Qué vamos a hacer al respecto?’<br />

“Nos pusimos de acuerdo en ese mismo instante de que si cualquiera de nosotros usara<br />

una mala palabra, los otros dos le darían un golpe en el brazo.<br />

“Por un tiempo fuimos tres maestros con brazos doloridos; no obstante, tuvimos éxito porque<br />

nos ayudamos mutuamente a deshacernos del mal hábito. Siempre he estado agradecido por<br />

la decisión que tomamos” (Richard T. Harris, carta al editor, Ensign, julio de 1981, pág. 73).<br />

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