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Hechos de los Apóstoles<br />
Cuarta parte: Pablo prisionero y testigo de Cristo<br />
21.- Le rogaban que no subiera a Jerusalén. Entonces Pablo contestó:<br />
¿Por qué habéis de llorar? Pues yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino a<br />
morir también en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Como no se dejaba<br />
convencer, dijeron: Hágase la voluntad del Señor. Al cumplirse los 7 días los<br />
judíos venidos de Asia le echaron mano. Intentaban darle muerte. Los judíos al<br />
ver al tribuno y a los soldados dejaron de golpear a Pablo y éste dijo al tribuno:<br />
¿Me permites decirte una palabra?: Te ruego que me permitas hablar al pueblo.<br />
Se lo permitió.<br />
22.- PABLO SE DEFIENDE ANTE EL TRIBUNO Y EL PUEBLO. Yo<br />
soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad a los pies de<br />
Gamaliel y perseguí a muerte a los Cristianos. Yendo de camino estando ya cerca<br />
de Damasco me encontré con el Señor y un tal Ananias me bautizó y una voz me<br />
decía: «marcha, porque yo te enviaré a los gentiles» Vociferaban, ¡no es lícito que<br />
viva! El tribuno mandó llevarlo dentro del cuartel y dijo que lo sometieran a los<br />
azotes. Y dijo Pablo al centurión ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin<br />
haberle juzgado? El Tribuno temió y mandó que se reuniera el Sanedrín; hizo<br />
bajar a Pablo y le puso ante ellos.<br />
23.- Pablo miró fijamente al Sanedrín y dijo: Hermanos, yo me he portado<br />
con entera buena conciencia ante Dios y dándose cuenta de que una parte eran<br />
saduceos y la otra fariseos, gritó: Yo soy fariseo, hijo de fariseos y por esperar la<br />
resurrección de los muertos se me juzga. Al decir él esto, se produjo un altercado<br />
entre fariseos y saduceos, porque los saduceos dicen que no hay resurrección. Se<br />
levantó, un gran griterío. Algunos escribas se oponían diciendo: Nosotros no<br />
hallamos nada malo en este hombre. A la noche siguiente se le apareció el Señor y<br />
le dijo: ¡Animo!, pues cómo has dado testimonio de mí en Jerusalén, así debes<br />
darlo también en Roma. Los judíos se confabularon y se comprometieron bajo<br />
anatema a no comer ni beber hasta que hubieran matado a Pablo. El hijo de la<br />
hermana de Pablo se enteró de la celada. Y después de informar al tribuno éste<br />
mandó llevarlo al procurador Felix para ponerlo a salvo.<br />
24.- Cinco días después bajó el Sumo Sacerdote con algunos ancianos y<br />
presentaron ante el procurador acusación contra Pablo, quién se defendió contra<br />
todos los ataques. Félix ordenó al centurión que custodiase a Pablo. Pasados dos<br />
años, Félix recibió como sucesor a Porcio Festo; y queriendo congraciarse con los<br />
judíos, dejó a Pablo prisionero.<br />
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