Presentación - Música Litúrgica

CARTAS DE SAN JUAN
Presentación
De una simple lectura de estas cartas se puede inferir que son como
un comentario al cuarto Evangelio a modo de homilía, de tratado de la
teología de la caridad, de carta circular, de pieza musical que repite su
motivo en forma espiral para lograr una sinfonía agradable, o a modo de
testamento espiritual al estilo Jacob y Moisés antes de morir. Es como un
Catecismo de la Comunidad Cristiana. La división entre los miembros de
la comunidad eclesial, provocada por el judaísmo rabínico y las corrientes
gnósticas, crea una seria crisis interna en el seno de las comunidades,
que amenaza la unidad de su fe. Juan y su escuela salen a su encuentro
para que vivamos en comunión con Dios Padre y los hermanos.
Estamos en Éfeso a finales del siglo I, cuna de los escritos Joánicos, y
el discípulo amado del Señor escribe a padres y jóvenes, porque son fuertes
y han vencido al maligno, dando criterios para discernir la verdad y el
amor frente a los problemas creados por algunos miembros apóstatas y
cismáticos.
De un análisis general deducimos que en la primera carta, tras un
breve prólogo similar al Evangelio, se desarrolla el tema de nuestra comunión
con Dios y con los hermanos en tres partes: El Dios-luz nos invita
a caminar en la luz, entablando una polémica ante el binomio luz-tinieblas,
que nos interpela y exhorta a mirar a ese foco potente, que es Cristo,
para quedar deslumbrados y no ver en todo más que a Cristo, venciendo
los anti-testimonios, confesiones y antagonismos de los anticristos, que
niegan el misterio de la Encarnación y afirman que conocemos y amamos
a Dios a la vez que odiamos a nuestros hermanos. Que Dios es Padre, nos
ayuda a vivir nuestra experiencia de filiación adoptiva, porque quien dice
que ama a Dios y desprecia al hermano es un mentiroso, un homicida. Y
que Dios es amor, nos lleva a la cumbre de la revelación del misterio de
Dios, define nuestra identidad cristiana y nos hace ver que creer es amar,
y que con la fe vencemos al mundo.
Con la segunda carta, algo doctrinal y cristológica, dirigida a una
comunidad concreta, nos alerta sobre ciertos huéspedes no deseados con
quienes no debemos entrar en comunión, al negar la humanidad de Cris-
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