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Presentación - Música Litúrgica

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Libros históricos<br />

criado del Centurión, del hijo de la viuda de Naím, del endemoniado<br />

de Gerasa, la multiplicación de panes y tempestad calmada.<br />

Hacemos un pequeño alto, y recordamos que los<br />

misericordiosos alcanzarán misericordia, que para seguirle hay<br />

que decir no a muchas cosas, que para formar parte del<br />

discipulado hay que dejarlo todo por el reino de los cielos y que<br />

nos llama para que estemos con Él y evangelicemos…, que a<br />

quien ama mucho se le perdona mucho y que la clave de nuestra<br />

felicidad está en ser coherentes con la profesión de fe de que<br />

Jesús es el Hijo de Dios a quien hay que escuchar. Con el centurión<br />

repetimos todos los días: «no soy digno de que entres en mi casa».<br />

- Dejamos Galilea y nos ponemos en camino hacia Jerusalén, y<br />

poco a poco vamos asimilando la doctrina del Maestro itinerante<br />

sobre la importancia de la oración como en los casos de la pobre<br />

viuda ante juez o el amigo inoportuno molestando de noche,<br />

sobre el peligro de las riquezas como lo escenifica en las parábolas<br />

del rico Epulón y del Administrador infiel, sobre la amistad<br />

en sus horas en Betania, sobre la gratitud de uno de los 10 leprosos<br />

curados, el no dejar que Jesús pase de largo como lo hizo el<br />

ciego de Jericó, el convencernos de que el termómetro de nuestra<br />

conversión estriba en estar con los pobres como Zaqueo, el<br />

salir por los caminos para hacer entrar en el banquete de la boda<br />

del hijo del rey y ocupar los sitios de los que se han excusado, a<br />

tantos que se llaman cristianos, porque están bautizados hay que<br />

decirles: o estamos con Cristo o en contra de Cristo; con el retorno<br />

del hijo Pródigo nos sentimos bañados por la misericordia<br />

infinita de Dios, porque yo me puedo cansar de pecar, pero Dios<br />

nunca se cansará de perdonarme; ¡Cuánto podemos aprender<br />

del Buen Samaritano que sitúa la caridad por encima de la piedad<br />

farisaica! Y superadas nuestras tempestades vayamos sin<br />

miedo a la otra orilla, que tiene nombres propios: alejados,<br />

aburguesados, indiferentes, ateo-cristianos, desorientados…<br />

- Llegamos a la meta, a Jerusalén, y a todo pulmón cantamos el<br />

Hosanna al Hijo de David. Aprendemos que el templo de Dios,<br />

que es Cristo, no puede ser profanado con el tráfico de animales<br />

y divisas, tomamos conciencia de que hay que pagar los impuestos,<br />

que hay que compartir con los pobres no solamente lo que<br />

LA BIBLIA,<br />

PASO A PASO 96

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