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Evangelio de San Marcos<br />
sin decir nada. Nadie sabía donde podría estar. Al principio todos se alarman<br />
¿habrá muerto? ¿se habrá perdido? ¿lo habrán secuestrado?; los primeros<br />
días lo buscan sin descanso y sólo se habla de él, pero pronto vuelven<br />
a sus trabajos y ya alguna vez que otra lo recuerdan y llegan a olvidarlo<br />
por completo.<br />
Al estilo de otro Diógenes, un hombre con una linterna en la plaza<br />
pública busca a Dios ¿Se ha perdido? ¿Se ha escondido? Te lo voy a decir,<br />
exclama Nietzsche; ¡ha muerto! ¡yo lo he matado! Los templos son su tumba.<br />
Los que creemos en la vida y no tanto en la muerte, no pensamos así,<br />
pues vemos en los cementerios la antesala de la resurrección. Ante el problema<br />
del mal ¿qué dice Dios? Si Dios es bueno y poderoso ¿cómo lo<br />
permite? ¿que no puede? ¿que no quiere? ¡No! ¡Es un misterio! Dios no<br />
nos abandona ¿Qué ha hecho por el mundo? Te ha hecho a ti y a mí. Él<br />
nos necesita y nosotros necesitamos de Él.<br />
De qué distinta manera plantearía Albert Camus la fábula de Demetri,<br />
después de su encuentro con la fe: «Demetri tenía una cita con Dios a las<br />
cinco de la tarde; se puso en camino para llegar a su hora, pero en su<br />
recorrido se encontró con un campesino, cuyo carro estaba atascado en<br />
un barrizal. Se acercó a ayudarle y después de muchos esfuerzos pusieron<br />
la comitiva en marcha, pero ya había pasado la hora de la cita ¡Dios se<br />
había marchado!¡ No obstante continuó y, al llegar al lugar de la cita, allí<br />
no estaba Dios. Claro dice el impío, ¿cómo iba a estar Dios, si Dios no<br />
existe? Y la verdad es que Dios no estaba allí, porque había tenido la entrevista<br />
en el lugar del accidente, junto al carro. Y es que a Dios se le encuentra<br />
por el camino del amor.<br />
Muy atrás queda ya ese proceso histórico del ateísmo, presente aún<br />
en las corrientes humanistas sin Dios y en el mal ejemplo de muchos cristianos,<br />
tratado ferozmente e injustamente por los medios de comunicación<br />
social y ciertos sectores de la política. Al grito de Iglesia ¡no!, Cristo<br />
¡no!, Dios ¡no! Hombre ¡si! la experiencia va confirmando que una sociedad,<br />
basada solo en la razón, no es viable . La modernidad no ha querido<br />
saber nada de Dios, pero la postmodernidad le ha salido respondona y ha<br />
presentado un desfile de dioses, pero no el Dios de Jesús, que nos salva.<br />
Oigamos pues, a un San Juan de la Cruz en su Canto Espiritual, a un San<br />
Pablo en su carta a los Romanos y a tantos y tantos conversos como un<br />
García Morente, quienes en sus encuentros con la fe encontraron sentido<br />
a sus vidas.<br />
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