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Carta a los Efesios<br />
conjuntamente el por qué, el para qué y el cómo de la Iglesia, para que<br />
desde unas concepciones populares y conciliares nos sintamos Iglesia y<br />
trabajemos por la Iglesia, estando siempre preparados para dar razón de<br />
nuestra fe y esperanza.<br />
La comunidad cristiana fiel al principio «Ecclesia semper reformanda»,<br />
en la década de los 60 hizo un alto con el Vaticano II, que marcó un nuevo<br />
hito en la vida religiosa. Consultado todo el Pueblo de Dios, y elaborado<br />
un documento base en la etapa preparatoria, se reunió la Iglesia en el<br />
Concilio XXI Ecuménico, Vaticano II. Desfasado el modelo piramidal de<br />
Iglesia, y superada la actitud defensiva del siglo XIX, reflejada en el Vaticano<br />
I, el Concilio Vaticano II, inaugurado solemnemente el 11 de octubre<br />
de 1962 por Juan XXIII, abandona su autocompresión como sociedad perfecta,<br />
paralela al poder secular, y prefiere presentarse con la categoría de<br />
Pueblo de Dios, Sacramento de Cristo y Cuerpo Místico de Cristo, abordando<br />
en profundidad su relación con el mundo, reconociendo la autonomía<br />
de lo temporal y el puesto del seglar en la Iglesia, definiendo la<br />
función de los Obispos, sacerdotes, religiosos y seglares, potenciando el<br />
lugar que ocupa la liturgia y la palabra de Dios en la comunidad cristiana,<br />
atendiendo a su compromiso misionero y al movimiento ecuménico,<br />
y abogando por la educación cristiana de la juventud y la libertad religiosa.<br />
A los 20 años de su clausura por Pablo VI (8-12-1965), el Sínodo de<br />
Obispos de 1985 hace un balance post-concilio, poniendo su acento en la<br />
Iglesia en un mundo secularizado, y de ahí la urgencia de la nueva evangelización,<br />
inculturación de la fe, apostolado seglar y cometido de las<br />
Conferencias Episcopales. Animados por el talante de dialogo abierto de<br />
esta nueva etapa eclesial y ante la realidad de que nuestro país se ha convertido<br />
en un centro de ingeniería de laicismo, para exportarlo a otros<br />
países, no podemos vivir sesteando, sino que sin miedo y con celo apostólico<br />
hemos de responder a los desafíos del mundo actual. Esto es lo que<br />
hizo el Cardenal Koenig, Arzobispo de Viena, perfecto constructor de<br />
puentes entre el Este y el Oeste, entre creyentes y no creyentes, entre tradición<br />
y modernidad, en su libro – «Entrevistas» – en el que plantea las<br />
mismas preguntas que se hizo Ratzinger en su obra «Informe sobre la fe».<br />
Convenzámonos que ser Iglesia es repetir la experiencia de filiación y<br />
fraternidad de Jesús, es vivir el significado de Pentecostés – «reconciliación<br />
y comunión fraternal sin fronteras».<br />
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