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CARTAS A LOS TESALONICENSES<br />
<strong>Presentación</strong><br />
• ¡Tesalónica! Ciudad cosmopolita, provincia romana desde el año<br />
146 a. C., fue fundada sobre el año 300 por un general de Alejandro Magno;<br />
capital de Macedonia, con unos 300.000 habitantes, ciudad adosada a<br />
un anfiteatro de colinas, dotada de vías terrestres y marítimas, hervidero<br />
de todo tipo de gente, con su desfile de dioses, predicadores y charlatanes.<br />
• ¡Iglesia de Tesalónica! San Pablo, sobre el año 49, deja de acompañar<br />
a S. Pedro en sus correrías apostólicas, y con Silvano y Timoteo forma<br />
un equipo en su segundo viaje misional. Pasan por Galacia hasta Tróade,<br />
para dirigirse a Macedonia, con sus miras puestas en Roma y España.<br />
Llegan a Filipos, donde les persiguen y obligan a dejar la ciudad. Por el<br />
año 50 ya está en Tesalónica, en donde crea una comunidad cristiana, que<br />
habrá de abandonar ante tanta hostilidad. Preocupado por la situación de<br />
sus cristianos, desde Atenas envía a Timoteo para que se interese por ellos.<br />
Retorna Timoteo con información positiva, con una carta de la comunidad<br />
y con ayuda económica, y eso le da pie para responderles con estas<br />
dos cartas.<br />
• Las dos cartas a los Tesalonicenses nos permiten conocer los momentos<br />
más interesantes del nacimiento del cristianismo, al tiempo que<br />
nos revela el corazón misionero y constructor de la Eclesia de Pablo. Es el<br />
primer documento cristiano, sobre el año 50, en el que entabla un diálogo,<br />
dirigido más al corazón que a la cabeza, con esta recién formada comunidad,<br />
en el que explica cómo nace una comunidad en un contexto<br />
misionero. Entre los temas con los que se enfrenta, destacamos:»la responsabilidad<br />
testimonial de los tesalonicenses, la legitimación de su ministerio<br />
apostólico para defenderse de las campañas de desprestigio, provocadas<br />
por judíos y militantes de otros cultos, la consolidación de una<br />
comunidad en medio de tantas hostilidades, la dimensión trinitaria de la<br />
vida cristiana, la suerte de los que han muerto antes de la parusía, haciéndonos<br />
comprender que lo importante ni es el cuándo, ni el cómo, sino el<br />
vivir nuestra vocación a la santidad, que es la voluntad de Dios, el fomento<br />
de la fraternidad y solidaridad... Y en la segunda carta vuelve a insistir<br />
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