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Carta a los Corintios<br />
tas cartas para corregir sus abusos, desviaciones y divisiones, fijando criterios<br />
y normas a seguir. En un principio los ágapes, que precedían a la<br />
celebración, fomentaban la fraternidad, pero poco a poco se vician tan<br />
escandalosamente, que se convierten en sus propios jueces. De ahí que<br />
recuerde la tradición que ha recibido del Señor, autor de la Eucaristía; y<br />
une a su narración la peculiaridad de acusar a los fieles, que comulgan<br />
indignamente, no por sus pecados personales, sino por compartir la Cena<br />
del Señor después de haberse negado a compartir su propia cena. No<br />
pone en juego la verdad de que cuando comulgamos recibimos al Señor,<br />
sino que pone en juego la fe misma negada por los hechos.<br />
Elocuentes son los textos neotestamentarios en los que la reflexión y<br />
praxis cristiana han dejado sus huellas (1 Cor 11,23-26; Luc. 22,14-20; Mateo<br />
26, 26-29; Marcos 14, 17-26). Además de estos lugares explícitos, hay<br />
influencia eucarística en las secuencias de la multiplicación de los panes,<br />
en las apariciones del Resucitado, en el discurso del pan de vida, en el<br />
gesto del lavatorio de los pies, y en los esquemas que Lucas nos ofrece en<br />
los Hechos de los Apóstoles sobre las asambleas domésticas, como<br />
autodefinición de Iglesia, centradas en la fracción del pan, en la enseñanza<br />
de los apóstoles y en la puesta en común de los bienes. Las comidas del<br />
Resucitado con sus discípulos tienen un sabor eucarístico, como bien lo<br />
confirman los discípulos de Emaús, que lo reconocieron al partir el pan.<br />
Gráfica es la descripción que, por los años 70, nos hace la Didaché, al<br />
contemplar cómo los cristianos de todos los confines se reúnen el día del<br />
Señor, como los granos de trigo dispersos por los montes y valles formando<br />
un solo pan. No menos bella es la apología que hace San Justino, a<br />
mediados del siglo II, sobre la reunión de los cristianos en el día del Sol,<br />
Domingo, desarrollando un esquema similar al actual. Y por los años 225<br />
San Hipólito se anticipa a las anáforas actuales, ofreciéndonos la plegaria<br />
eucarística en uso en la comunidad de Roma. Hasta el mismo Plinio el<br />
Joven, historiador y gobernador de una provincia romana en Palestina,<br />
informa, sobre el año 120 al Emperador Trajano que todos los domingos<br />
se unen los cristianos para celebrar sus misterios y que el número de asistentes<br />
crecía.<br />
Hacia el año 304, los cristianos de Bitinia sin miedo a la persecución<br />
sangrienta de Diocleciano, convencidos de que no hay cristianismo sin<br />
domingo ni domingo sin Eucaristía, confiesan ante el Tribunal que los<br />
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