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Presentación - Música Litúrgica

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Carta a los Corintios<br />

muestra la cruz del cristiano. Es como una radiografía de su vida, con<br />

todas sus alegrías y penas. Para él la moneda no es el dólar, sino el dolor<br />

como arma corredentora, que suple lo que falta a la pasión de Cristo en su<br />

Iglesia..., que aumenta la fe como inyección curativa..., que hace creíble el<br />

apostolado con las credenciales del Crucificado..., y que merece la medalla<br />

de honor por los servicios prestados.<br />

Al poco tiempo de su primera carta va a Corinto, donde es<br />

incomprendido, injustamente criticado y hasta violentamente tratado por<br />

algunos miembros de la comunidad, que se han dejado arrastrar por aquellos<br />

falsos predicadores, que vinieron de Jerusalén, adversarios de Pablo,<br />

a quien difaman para desacreditar sus enseñanzas. Gracias a la gestión<br />

de Tito, portador de esta segunda carta, las aguas vuelven a su cauce.<br />

Como se ve aún no había sido superada la crisis corintia y por eso Pablo<br />

aprovechó la ocasión para escribirles esta segunda carta, a fines del año<br />

57, estando en Macedonia. En ella trata del ministerio apostólico, tesoro<br />

que hay que cuidar con esmero, porque ha sido depositado en vasos de<br />

barro, y pone énfasis en que somos ministros de la reconciliación y embajadores<br />

de Cristo, a quien hay que anunciar y defender sin el menor complejo.<br />

Pasa después a recordarnos el sentido de la Colecta a favor de los<br />

pobres de Jerusalén, como un deber cristiano. Para hacer creíble su Evangelio<br />

frente a los falsos apóstoles y pseudo-cristianos, con firmeza y pasión,<br />

en los tres últimos capítulos, hace una autodefensa en su trayectoria<br />

apostólica (2 Cor. 11).<br />

• Y para terminar nos regala esa profesión de fe en la Trinidad, que<br />

la Liturgia ha incorporado al saludo inicial de la Eucaristía: «La gracia de<br />

nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu<br />

Santo estén siempre con vosotros» (2 Cor. 13,13).<br />

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