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Evangelio de San Mateo<br />
monte de los Olivos se acercaron sus discípulos, y le dijeron: Dinos cuándo sucederá<br />
eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo. Mirad que no os<br />
engañe nadie. Habrá guerras terremotos, hambre ¡no os alarméis! Porque eso es<br />
necesario que suceda, pero no es todavía el fin. seréis odiados de todas las naciones<br />
por causa de mi nombre. Surgirán muchos falsos profetas, Pero el que persevere<br />
hasta el fin, ése se salvará. Porque habrá entonces una gran tribulación, Y si<br />
aquellos días no se abreviasen, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos<br />
se abreviarán aquellos días. Porque como el relámpago sale por oriente y brilla<br />
hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre. El sol se oscurecerá, la<br />
luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo. Entonces verán al<br />
Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. El cielo y<br />
la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie<br />
sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. Velad, pues,<br />
porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Estad preparados, porque en el<br />
momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.<br />
25.- Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes,<br />
que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas<br />
eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se<br />
proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron<br />
aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron.<br />
Mas a media noche se oyó un grito: «¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su<br />
encuentro!» Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.<br />
Y las necias mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban<br />
preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde<br />
llegaron las otras vírgenes diciendo: «¡Señor, señor, ábrenos!» Pero él respondió:<br />
«En verdad os digo que no os conozco.» Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni<br />
la hora.<br />
Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les<br />
encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada<br />
cual según su capacidad. Vuelve el señor y ajusta cuentas con ellos. El que había<br />
recibido cinco talentos, presentó otros cinco, «¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo<br />
poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.» El<br />
de los dos talentos dijo: «Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos.»<br />
Su señor le dijo: «¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo<br />
mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.» El que había recibido un talento<br />
dijo: «Señor, sé que eres un hombre duro. Mira, aquí tienes lo que es tuyo.»<br />
Quitádselo y echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de<br />
dientes.»<br />
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