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Presentación - Música Litúrgica

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Carta a los Romanos<br />

vivamos una vida nueva. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para<br />

siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos<br />

como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Pues el salario del<br />

pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús.<br />

7.- Así pues, hermanos míos, también vosotros quedasteis muertos respecto<br />

de la ley por el cuerpo de Cristo. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues<br />

no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero,<br />

no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí. ¡Pobre de mí! ¿Quién me<br />

librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?<br />

8.- SOMOS HIJOS DE DIOS. Por consiguiente, ninguna condenación<br />

pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Efectivamente, los que viven según la<br />

carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual. Mas<br />

vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios<br />

habita en vosotros. En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios<br />

son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el<br />

temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar:<br />

¡Abbá, Padre!. El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio<br />

de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de<br />

Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él<br />

glorificados.<br />

NADA NI NADIE PODRÁ SEPARARNOS DEL AMOR DE CRIS-<br />

TO. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de<br />

parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu,<br />

que intercede por nosotros con gemidos inefables. Por lo demás, sabemos que en<br />

todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman. Pues a los que de<br />

antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, y a<br />

los que predestinó, también los justificó; a los que justificó, también los glorificó.<br />

Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? ¿Quién<br />

nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?,<br />

¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?. En todo esto salimos<br />

vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte<br />

ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las<br />

potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos<br />

del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.<br />

9.- Digo la verdad en Cristo, no miento, mi conciencia me lo atestigua en el<br />

Espíritu Santo; siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues<br />

desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos.<br />

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