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Presentación - Música Litúrgica

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Carta a Filemón<br />

volar y volar. Esto le creó problemas hasta en sus mismos progenitores.<br />

Lo expulsaron por rebelde de la bandada. Él, con prácticas y más prácticas,<br />

va ganando velocidad hasta conquistar la primera marca mundial.<br />

Pero su alegría dura poco, al estrellarse contra el acantilado, para<br />

quedar flotando en el océano. Se sentía fracasado y aleteando llega hasta<br />

la orilla. Volveré a casa, ya no habrá más fracasos ni desafíos. Pero, ¡qué<br />

estoy pensando si yo he nacido para volar! Crecía en su aprendizaje y su<br />

miedo estaba controlado. Loco de alegría por su decisión aterriza en la<br />

playa. ¡Ahora tiene sentido mi vida! Ha ganado las alturas y respira aires<br />

de libertad, que contagia a muchos de la bandada, que en el arte de volar<br />

han encontrado la razón para vivir. Con su constancia nos ha enseñado el<br />

secreto de la libertad, que pide esfuerzo, porque el empezar es cosa de<br />

todos, de gente del montón, pero el perseverar es cosa de almas grandes,<br />

de santos. Jesús es nuestro Salvador Gaviota que vuela hasta las alturas<br />

de la divinidad y se lanza en picado hasta el abismo de nuestra humanidad,<br />

invitándonos a liberarnos de las orgías del libertinaje, que son la<br />

sentencia de muerte de nuestra libertad, y convenciéndonos de que la<br />

Verdad nos hará libres.<br />

• Parábola del hombre con las manos atadas.<br />

Érase una vez un hombre como los demás. Una noche repentinamente<br />

sonaron unos golpes secos a su puerta. Cuando abrió se encontró<br />

con sus enemigos, que le ataron las manos. Después le dijeron que así era<br />

mejor, porque con las manos atadas no podría hacer nada malo. Se olvidaron<br />

decirle que tampoco podría hacer nada bueno. Y se fueron, dejando<br />

un guardia a la puerta. Al principio se desesperó y trató de romper las<br />

ataduras. Poco a poco consiguió valerse para seguir viviendo con las manos<br />

atadas. Y empezó a olvidarse de que antes tenía las manos libres. Pasaron<br />

muchos años y llegó a acostumbrase y a creer que era mejor vivir con las<br />

manos atadas. Un día sus amigos sorprendieron al guardián y entraron<br />

en la casa, y rompieron las ligaduras que ataban las manos del hombre y<br />

le dijeron: ya eres libre... Pero habían llegado demasiado tarde... las manos<br />

del hombre estaban totalmente atrofiadas.<br />

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