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Poliantea 7.pdf - REPOSITORIO COMUNIDAD POLITECNICO ...

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‡CULTURAEn primer lugar esta penuria puede sorprendery molestar a la vez a los que simpatizancon el Héroe Colombiano; pero impresióntan penosa se desvanece muy pronto, cuandose considera que esta misma escasez hastaen sus recursos pecuniarios era el resultadode los innumerables sacrificios que nuncaexcusó el Libertador para dar patria a unascuantas nacionalidades de Sur América, ysirve más bien para glorificar y popularizarel nombre de Bolívar.Sin embargo le acusaron sus enemigosde aspiraciones a ser tirano de sus conciudadanos.Entre los papeles que por disposicióntestamentaria mandó el Libertador se quemaranme fue enseñado uno, el único que elseñor Pavageau apartó para sí, y era un acta orepresentación de varios sujetos, cuya firmarecuerdo muy bien y tal vez conocida por loscontemporáneos de la época si estuvieranvivos, en la cual proponían al Libertador quese coronase. Bolívar rechazó la tal proposiciónen estos términos: «Aceptar una corona,sería manchar mi gloria; más bien prefieroel precioso título de primer ciudadano deColombia». Estas palabras afirmo comohombre de honor haberlas visto estampadasen este documento, que no se publicó paracumplir con las órdenes del Libertador, ytambién para no comprometer las firmas delos autores de la proposición.Detalles muy interesantes ocurridos entre elLibertador y su médico de cabeceraEl 1º de diciembre de 1830 desembarcóya de noche, S. E. el Libertador SimónBolívar, haciéndole la población de SantaMarta un recibimiento si no pomposo, a lomenos muy simpático, como lo manifestabanlas muestras de respeto y las aclamacionesque le acompañaron hasta la casapreparada para su habitación. Esta cordialacogida desvaneció sin duda si él se acordarade ellas, las preocupaciones infundadasque, según dichos, traía contra lossamarios antes y en tiempo que en vista deeste puerto él transitaba desde Venezuela abordo de la escuadra a órdenes de los generalesSalón y Clemente (junio de 1827).Introducido poco después por el generalMariano Montilla cerca al augustoenfermo, cuyo rostro pálido, enflaquecido,cuya inquietud y agitación continuas en sucama indicaban violentos padecimientos,me sentí fuertemente conmovido, y no mefue difícil conocer a la simple vista lo gravede la enfermedad. Por el rango y prestigiodel sujeto se acrecentaban en mi ánimo lasdificultades para emprender una cura queme parecía tan asombrosa. Sin embargo mealentó el modo benigno con que me trató elLibertador, diciéndome que por un amigosuyo, el señor Juan Pabageau en Cartagenasabía que podía tener confianza en mí, y que,a pesar de su repugnancia a los auxilios dela medicina, él tenía la esperanza que yo lepondría bueno por ser su cuerpo virgen enremedios (sic). En esta primera conversaciónque tuvo lugar ya en castellano, ya enfrancés, me enteré que él había desdeñadola asistencia de los médicos al principio desu enfermedad, que comenzó por un catarroen Cartagena, curándose él mismo comolo acostumbraba, mediante un tratado dehigiene que siempre conservaba consigo; yque él había venido embarcado para desocuparsu estómago cargado de bilis por mediodel mareo, así como lo logró. Error funesto,pues estas violentas contracciones del estómagoirritaron y fatigaron su temperamentoesencialmente nervioso, aumentando másbien la flogosis de los pulmones.poliantea 177

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