Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero
Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John Maynard Keynes publicado en 1936
Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John Maynard Keynes publicado en 1936
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
l i o
LA PROPENSION A CONSUMIR
posibles diferencias en las características de la parte pertinente
de las funciones de oferta global para los dos grupos de industrias,
respectivamente, no hay dificultad alguna en reconstruir el siguiente
argumento en su forma más generalizada; pero para aclarar
las ideas que comprende, será conveniente operar con el caso
simplificado en el que k = k'.
Se deduce, por tanto, que si la psicología de consumo ele la
sociedad es tal que ésta decide consumir, por ejemplo, nueve décimos
de un incremento del ingreso,2 entonces el multiplicador
k es igual a 10 y ala ocupación total producida (por ejemplo) por
aumento de las obras públicas, será diez veces mayor que la ocupación
primaria proporcionada por [116] éstas, suponiendo que
no haya reducción de las inversiones en otras direcciones. El aumento
de la ocupación sólo quedará restringido a la ocupación
primaria proporcionada por las obras públicas en el caso de que
la sociedad mantuviera su consumo sin modificación a pesar de la
mejoría en la ocupación y, por tanto, en el ingreso real. Si, por
otra parte, decide consumir el total de cualquier incremento del
ingreso, no habrá punto de estabilidad y los precios subirán sin
límite. Si hacemos supuestos psicológicos normales, un aumento
en la ocupación solamente irá seguido por una baja del consumo
si al mismo tiempo se presenta un cambio en la propensión a
consumir —como resultado, por ejemplo, de una propaganda en
tiempo de guerra en favor de retringir el consumo individual—;
y sólo en este caso el aumento de ocupación en las industrias
de inversión irá acompañado de una repercusión desfavorable
sobre la ocupación en las industrias que producen para el consumo.
Esto solamente resume en una fórmula lo que debiera ser ya
evidente para el lector en términos generales. No puede ocurrir
un incremento de la inversión medido en unidades de salario, a
menos que el público esté dispuesto a aumentar sus ahorros, computados
en las mismas unidades. Hablando llanamente, el público
no hará esto a menos que su ingreso total en unidades de salario
esté subiendo. De este modo, cualquier esfuerzo por consumir
una parte de sus ingresos acrecentados estimulará la producción
hasta que el nuevo nivel (y distribución) de los ingresos proporcione
un margen de ahorro suficiente para que corresponda a la
inversión acrecida. El multiplicador nos dice cuánto habrá de
aumentar la ocujración para provocar un aumento en el ingreso
2 Todas las cantidades en unidades de salarios.
PROPENSIÓN MARGINAL Y MULTIPLICADOR 1 1 1
real suficiente para inducir al público a realizar ahorros extraordinarios)
y esto es función de sus inclinaciones psicológicas.3
Si el ahorro es la medicina y el consumo es la mermelada, la
[117] mermelada extra tiene que ser proporcionada al tamaño de
la medicina adicional. A menos que las inclinaciones psicológicas
del público sean diferentes de las que suponemos, hemos establecido
aquí la ley de que el aumento de ocupación debido a
la inversión debe estimular necesariamente las industrias que producen
para el consumo y así ocasionar un aumento total de la
ocupación, que es un múltiplo del empleo primario exigido por
la inversión misma.
Se deduce de lo anterior que, si la propensión marginal a consumir
no está lejos de la unidad, las pequeñas fluctuaciones en la
inversión producirán grandes fluctuaciones en la ocupación; pero
al mismo tiempo, un incremento comparativamente pequeño de las
inversiones producirá la ocupación plena.) Si por otra parte, la
propensión marginal a consumir no está muy por encima de cero,
las pequeñas fluctuaciones en la inversión ocasionarán las correspondientes
pequeñas fluctuaciones en la ocupación; pero, al mismo
tiempo, puede requerirse un gran incremento de las inversiones
para producir ocupación plena. En el primer caso, la desocupación
involuntaria sería una enfermedad fácil de curar, aunque
probable fuente de molestias si se permitiera su desarrollo. En el
otro caso, la ocupación puede ser menos variable, pero estar sujeta
a estabilizarse en un nivel bajo y mostrarse recalcitrante ante cualquier
medida salvo las más drásticas. En la realidad, la propensión
marginal a consumir parece encontrarse comprendida entre
ambos'extremos, aunque mucho más cerca de la unidad que
de cero; con el resultado de que nos encontramos, en cierto sentido,
en lo peor de los dos mundos supuestos, porque las fluctuaciones
en la ocupación son considerables y, al mismo tiempo, el
incremento de la inversión que se precisa para producir ocupación
plena es demasiado grande para poderse manejar con facilidad.
Por desgracia, las fluctuaciones han bastado para evitar que
la naturaleza del mal se haga patente, en tanto que su gravedad
es tal que no puede remediarse a menos que se comprenda su
naturaleza.
Cuando se alcanza la plena ocupación, cualquier intento de
aumentar la inversión pondrá en movimiento una mayor ten-
* Aunque en el caso más generalizado también es función de las condiciones físicas
de la producción en las industrias de inversión y en las de consumo, respectivamente.