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Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero

Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John Maynard Keynes publicado en 1936

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2 8 8 BREVES CONSIDERACIONES

malmente fuertes, pertenece a esa clase de remedios que curan la

enfermedad matando al paciente.

Es muy posible, en verdad, que la prolongación del empleo

casi pleno durante varios años estuviese acompañada, en países

tan ricos como Gran Bretaña y Estados Unidos, por algún volumen

de nuevas [323J inversiones, suponiendo tan grande la propensión

a consumir existente que condujera eventualmente a un

estado de ocupación plena en el sentido de no poder ya esperarse,

según cálculos razonables, de un nuevo incremento de bienes durables

de cualquier tipo, un rendimiento global bruto por encima

de su costo de reposición. Además, este estado podría alcanzarse

comparativamente pronto —digamos en veinticinco años o menos—.

No debe pensarse que niego esto porque afirmo que jamás

hemos llegado a una situación de inversión completa, en sentido

estricto; ni siquiera momentáneamente.

Más todavía, aunque supusiéramos que los auges contemporáneos

pueden ir acompañados de una situación momentánea de

ocupación plena o sobreinversión en sentido estricto, seguiría siendo

absurdo considerar una tasa de interés más alta como el remedio

adecuado; porque en este caso la hipótesis de aquellos que atribuyen

la enfermedad al subconsumo quedaría plenamente confirmada.

El remedio estaría en varias medidas destinadas a fortalecer la

propensión a consumir, redistribuyendo los ingresos, o de otro

modo, de manera que un nivel dado de ocupación requiera un

volumen menor de inversión corriente para sustentarlo. IV

IV

Puede que sea conveniente decir ahora unas palabras sobre las

escuelas importantes de pensamiento que sostienen, desde varios

puntos de vista, que la tendencia crónica de las sociedades contemporáneas

al subempleo debe buscarse en el subconsumo —es

decir, en las prácticas sociales y en la distribución de riqueza que

se resuelve en una propensión a consumir indebidamente baja.

Estas escuelas están indudablemente en lo cierto, como guías

de política práctica, en las condiciones existentes —o, al menos,

las que privaron hasta hace poco—, donde el volumen de inversión

no se planea ni controla, sujeto a los vaivenes de la eficiencia

marginal del capital, en la forma que se determina por el juicio

privado de los individuos ignorantes [324] o especuladores, y a

una tasa de interés a largo plazo que rara vez, o nunca, baja más

allá de un nivel convencional; porque en tales condiciones no

NOTAS SOBRE EL CICLO ECONOMICO 2 8 9

hay otro recurso para levantar el nivel medio de ocupación a una

altura más satisfactoria. Si es materialmente impracticable aumentar

la inversión, resulta evidente que no hay medios de asegurar

mayor nivel de ocupación, excepto aumentando el consumo.

Prácticamente sólo difiero de estas escuelas en que pienso que

quizá hayan puesto un énfasis superior al debido en el aumento

del consumo en un momento en que todavía hay muchas ventajas

sociales que conseguir del crecimiento de la inversión. Teóricamente,

sin embargo, están expuestas a la crítica de que desdeñan

el hecho de que hay dos caminos para ampliar la producción. Aun

si decidiéramos que sería mejor aumentar el capital más lentamente

y concentrar el esfuerzo en el aumento del consumo, deberíamos

resolver esto teniendo a la vista la otra alternativa. Me doy

cuenta de las grandes ventajas sociales de aumentar la existencia

de capital hasta que deje de ser escaso. Pero éste es un juicio

práctico, no un imperativo teórico.

Además, estoy dispuesto a admitir que el camino más prudente

sería el de avanzar en ambos frentes a la vez. Al mismo

tiempo que procuraría conseguir una tasa de inversión controlada

socialmente con vistas a la baja progresiva de la eficiencia

marginal del capital, abogaría por toda clase de medidas para

aumentar la propensión a consumir; porque es improbable que

pueda sostenerse la ocupación plena, con la propensión a consumir

existente, sea lo que fuera lo que hiciéramos respecto a la

inversión. Cabe, por tanto, que ambas políticas funcionen juntas

—promover la inversión y, al mismo tiempo, el consumo, no simplemente

hasta el nivel que correspondería al aumento de la inversión

con la propensión existente de consumo, sino a una altura

todavía mayor.

Si —tomando números redondos para mayor [325] claridad—

el nivel medio de producción actual es 15 por ciento inferior al

que sería con ocupación plena continua, y si el 10 por ciento

ele esta producción representa la inversión neta y el 90 por ciento

de la misma el consumo; más aún, si la inversión neta tuviera

que subir 50 por ciento con el fin de lograr ocupación plena con

la propensión a consumir existente, de manera que con esa ocupación

la producción subiera de 100 a 115, el consumo de 90 a

100 y la inversión neta de 10 a 15, entonces podríamos proponernos,

quizá, modificar de tal modo la propensión a consumir

que con ocupación plena el consumo subiera de 90 a 103 y la

inversión neta de 10 a 12.

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