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Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero

Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John Maynard Keynes publicado en 1936

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2 8 6 BREVES CONSIDERACIONES

Sin embargo, de acuerdo con mi análisis, sólo en el sentido

anterior puede decirse que el auge está caracterizado por la sobreinversión.

La situación, que estoy indicando como típica, no es

aquella en que el capital sea tan abundante que la comunidad

en conjunto no puede emplear más cantidad de una manera razonable

sino aquella en que la inversión se hace en condiciones

inestables y que no pueden perseverar, porque aquélla obedece

a expectativas que están condenadas a no realizarse.

Puede ocurrir, por supuesto —en realidad es probable que así

sea—, que las ilusiones del auge lleven a producir ciertas clases

particulares de bienes de capital en abundancia tan excesiva que

parte de la producción sea, ele acuerdo con cualquier criterio, un

desperdicio de recursos —lo que algunas veces ocurre, podemos

añadir, aun cuando no haya auge—. Es decir, lleva a la inversión

mal dirigida. Pero, además de esto, es una característica esencial

del auge que las inversiones con rendimiento real de, digamos, 2

por ciento en condiciones de ocupación plena, se proyectan basándose

en previsiones de, digamos, 6 por ciento, y se valúan en

consecuencia. Cuando llega la desilusión, esta previsión se [321]

reemplaza por el contrario “error de pesimismo’’ con el resultado

de que se espera una cantidad negativa de las inversiones que de

hecho hubieran dado un rendimiento de 2 por ciento en estado

de ocupación plena; y el colapso resultante de las nuevas inversiones

conduce entonces a un estado de desocupación en el cual

aquellas que hubieran producido 2 por ciento en condiciones de

ocupación plena, de hecho dan menos que nada. Llegamos a una

situación de escasez de casas, pero en la que, sin embargo, nadie

puede costearse el vivir en las existentes.

Así ¡el remedio del auge no es una tasa más alta de interés,

sino una más baja!; 5 porque ésta puede hacer que perdure el

llamado auge. El remedio correcto para el ciclo económico no

puede encontrarse en evitar los auges y conservarnos así en semidepresiones

permanentes, sino en evitar las depresiones y conservarnos

de este modo en un cuasi-auge continuo.

El auge que está destinado a terminar en depresión se produce,

en consecuencia, por la combinación de dos cosas: una tasa

de interés que, con previsiones correctas, sería demasiado alta para

la ocupación plena, y una situación desacertada de expectativas

5 Para algunos argumentos que pueden presentarse del otro lado, véase adelante

(pp. 290-1); porque si no nos deja hacer grandes cambios en nuestros métodos presentes,

estaría de acuerdo en que la elevación de la tasa de interés durante un auge

podría ser, en circunstancias concebibles, el mal menor.

NOTAS SOBRE EL CICLO ECONÓMICO 28 7

que, mientras dura, impide que esta tasa sea un obstáculo real. El

auge es una situación tal que el exceso de optimismo triunfa sobre

una tasa de interés que mirada en frío podría parecer excesiva.

Excepto durante la guerra, dudo que tengamos alguna experiencia

reciente de un auge tan poderoso que llevara a la ocupación

plena. En Estados Unidos la ocupación fue muy satisfactoria

en 1928-29 según los niveles normales; pero no he tenido noticia

de ninguna prueba de escasez de mano de obra, excepto, quizá,

en el caso de unos cuantos grupos de trabajadores altamente especializados.

Se alcanzaron algunos “embotellamientos”, pero la

producción en conjunto era todavía susceptible de mayor expansión.

[322] Tampoco hubo sobreinversión en el sentido de que

el nivel y el equipo de alojamiento fuesen tan altos que todos

tuvieran cuanto deseaban a la tasa estrictamente necesaria para

cubrir el costo de reposición, sin margen alguno para el interés,

por todo el tiempo que durara la casa, suponiendo que existiera

ocupación plena; y que el transporte, los servicios públicos y las

mejoras a la agricultura hubieran sido llevados a un nivel tal que

no pudiera esperarse razonablemente que las adiciones posteriores

dieran un rendimiento siquiera igual a su costo de reposición.

Todo lo contrario. Sería absurdo afirmar que en Estados Unidos

existió sobreinversión en sentido estricto en 1929. En verdad, el

estado real de cosas era de carácter diferente. Las nuevas inversiones

durante los cinco años anteriores se habían realizado en

tan enorme escala en conjunto, que el rendimiento probable de

posteriores adiciones estaba descendiendo con rapidez, si se analizaba

fríamente. Una previsión correcta habría abatido la eficiencia

marginál del capital a una cifra de nivel bajo sin precedente;

de manera que el “auge” no hubiera podido continuar

sobre bases firmes, excepto con una tasa de interés a largo plazo

muy pequeña y evitando la inversión mal dirigida en direcciones

particulares que estaban en peligro de ser sobreexplotadas. De

hecho, la tasa de interés era lo bastante alta para desanimar las

nuevas inversiones, excepto en aquellas ramas particulares que

estaban bajo la influencia del estímulo especulativo y, por tanto,

en peligro especial de ser sobreexplotadas; y una tasa de interés

lo bastante alta para rebasar el estímulo especulativo, habría detenido,

al mismo tiempo, toda clase de inversiones nuevas razonables.

Así, un aumento en dicha tasa, como alivio para el estado

de cosas derivado de un prolongado periodo de inversiones anor­

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