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Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero

Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John Maynard Keynes publicado en 1936

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2 1 4 EL INCENTIVO PARA INVERTIR

po y dependiendo de las prácticas sociales y de las instituciones.

El orden de preferencia de los propietarios de riqueza en el cual

expresan lo que piensan sobre la liquidez en cualquier tiempo

es, no obstante, definido, y es todo lo que necesitamos [240] para

nuestro análisis del comportamiento del sistema económico.

Puede suceder que en ciertos ambientes históricos los propietarios

de tierra hayan pensado que la posesión de ésta se caracterizaba

por una gran prima de liquidez; y desde el momento

que la tierra se asemeja al dinero en que sus elasticidades de

producción y de sustitución pueden ser muy bajas,8 es concebible

que haya habido ocasiones en la historia en que el deseo de conservar

tierra haya desempeñado el mismo papel que el dinero en

tiempos recientes, en el sentido de sostener la tasa de interés a

un nivel demasiado alto. Es difícil valorar esta influencia cuantitativamente,

debido a la falta de un precio futuro para la

tierra, medido en unidades de sí misma, que sea estrictamente

comparable con la tasa de interés de una deuda monetaria. Tenemos,

no obstante, algo que, en ciertas ocasiones, ha sido sumamente

análogo, en forma de tasas altas sobre hipotecas.9 loEstas

tasas de interés elevadas, consecuencia de hipotecas de la tierra,

que frecuentemente exceden el rendimiento probable de cultivarla,

han sido un rasgo habitual en muchas economías agrícolas. Las

leyes sobre usura se han dirigido principalmente contra gravámenes

de este género, y con razón; porque en las organizaciones

sociales primitivas, en las que no existían los valores a largo plazo

en el sentido moderno, la competencia de las altas tasas de interés

sobre hipotecas puede muy bien haber tenido el mismo efecto

de retardar el crecimiento de riqueza procedente de las inversiones

corrientes en bienes de capital recientemente producidos que

las relativas a las deudas a largo plazo han tenido en tiempos más

recientes. [241]

El hecho de que el mundo sea tan pobre como es en bienes

8 El atributo de “liquidez” no es, en manera alguna, independiente de estas dos

características; porque es improbable que un bien, cuya oferta puede ser fácilmente

aumentada o el deseo del mismo desviado sin dificultad por un cambio en el precio

relativo, posea ese atributo en la mente de los poseedores de riqueza. El dinero mismo

lo pierde rápidamente si se espera que su oferta futura sufra cambios violentos.

0 Es evidente que una hipoteca y su interés se fijan en términos monetarios; pero

el hecho de que quien hipoteca tiene opción a entregar la tierra misma en descargo

de su deuda —y debe hacerlo así si no puede encontrar el dinero oportunamente—

lia hecho que el sistema de hipotecas se aproxime a un contrato de tierra para entrega

futura contra tierra para entrega actual. Ha habido ventas de tierras a los arrendatarios

contra hipotecas efectuadas por ellos, que, de hecho, se aproximaron muchos

a las operaciones de este carácter.

EL INTERÉS Y EL DINERO 2 f 5

de capital acumulados después de varios milenios de ahorro individual

sostenido se explica, en mi opinión, no por la tendencia

a la imprevisión de la humanidad, ni siquiera por la destrucción

de la guerra, sino por las altas primas de liquidez que antiguamente

tenía la propiedad de la tierra y que ahora tiene el dinero.

Difiero en esto del viejo punto de vista, en la forma que lo expresa

Marshall con fuerza dogmática desusada en sus Principies

of Economics, p. 581;

Todo el mundo sabe que la acumulación de riqueza se refrena,

y la tasa de interés se sostiene, debido a la preferencia que

la mayor parte de la humanidad tiene por las satisfacciones presentes

sobre las diferidas, o, en otras palabras, por su renuncia a

“esperar”.

VI

En mi Treatise on Money definí lo que quería decir una tasa

única de interés, que llamé la tasa natural de interés —es decir,

aquella que, en la terminología de mi Treatise, mantenía la

igualdad entre la tasa de ahorro (como allí se definía) y la de

inversión. Yo creía que esto era un desarrollo y aclaración de la

“tasa natural de interés” de Wicksell, que, según él, era la que

conservaría la estabilidad de cierto nivel de precios, no muy bien

definido.

Había yo, sin embargo, pasado por alto el hecho de que en

cualquier sociedad dada hay, según esta definición, una tasa natural

de interés diferente para cada nivel hipotético de ocupación.

Igualmente para cada tasa de interés hay un nivel de ocupación

para el cual aquella tasa es la tasa “natural”, en el sentido

de que el sistema estará en equilibrio con tal tasa de interés y tal

nivel de ocupación. Así, pues, fue una equivocación hablar de

la tasa natural de interés o sugerir que la anterior definición

daría un valor único para la tasa de interés independientemente

del volumen de ocupación. No había yo [242] entendido entonces

que, en ciertas condiciones, el sistema podría estar en equilibrio

con empleo inferior al máximo.

Ahora ya no opino que el concepto de una tasa “natural”

de interés, que antes me pareció una idea de las más prometedoras,

encierre una aportación de mucha utilidad o importancia

para nuestro análisis. Es simplemente la tasa que mantendrá el

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