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RDB-JULIO-2021

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de una relación. Paradójicamente, en ese intento, descubrimos la

muerte, la queremos negar. Hacemos un ejercicio de negación

constante, pero paradójicamente la instalamos y la promovemos.

Es interesante, porque hubo dos formas de negar la muerte. Una fue:

“Guardate en la cueva”. Y ese mandato es una protección contra la

muerte. Alguien que vive en Israel en un momento me dice: “Me voy a

internar en un geriátrico”. Yo le digo: “¿Por qué?”. “Porque el ministro

de Salud dijo que ahí no tiene que morir nadie más”. Surgió este discurso

patológico contra la muerte. Y lo paradójico es que, además de

protegerte estando encerrado, era que no podía nacer nada. No puede

nacer ni una obra, ni un amor, ni un vínculo. Nada. Paradójicamente, es

una cultura de muerte donde además consumimos la muerte del otro.

La noticia es que acá murieron tantos y mañana otros tantos. Y uno dice

“nosotros no, a mí no me tocó”. Había algo de ese consumo de la

muerte, que es paradójico, porque intenta negar la muerte, pero lo

intenta negar de una manera patológica. A la muerte sólo se le responde

con el nacimiento y aceptando la propia en algún momento.

Escribí una anécdota muy significativa sobre esto, la de Janusz Korczak,

pedagogo y pediatra polaco que tenía a cargo un orfelinato en Varsovia.

Cuando se hace el gueto de Varsovia en la Segunda Guerra Mundial,

donde se limita una parte de la ciudad y todos los judíos son puestos ahí

en condiciones de hacinamiento, también se muda el orfelinato. Cuando

empieza la liquidación del gueto y comienzan a trasladar a la gente a los

campos de exterminio, se llevan a los chicos. A Korczak la resistencia le

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