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RDB-JULIO-2021

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Lo peor de esta historia es que al no ser la recapitalización bancaria

suficiente para salvar el sistema bancario de los países que la han llevado

a cabo, ha proporcionado oportunidades de inversión a los fondos

especializados en la compra de préstamos morosos, conocidos

como fondos buitre. Los fondos buitre son actores financieros privados

que han hecho de las deudas públicas o privadas insolventes su negocio.

Las compran en grandes cantidades, a precios de saldo en el mercado

secundario de deuda, y luego intentan beneficiarse de ellas de la forma

más odiosa posible. Para ello, disponen de diferentes técnicas adaptadas

al contexto y la naturaleza de los créditos que compran. En el caso de

la deuda pública, exigen el reembolso del 100% de un bono que han

recomprado a un precio ridículo, a veces tan sólo entre el 5% y el 20%

de su valor nominal. Así, por una inversión de 5.000 millones de euros

pueden exigir al país deudor 100.000 millones de euros de reembolso y

obtener beneficios colosales. Para lograr su objetivo, suelen recurrir a

las jurisdicciones de Nueva York o Londres, que sistemáticamente les

favorecen. En Bélgica existe una ley contra los fondos buitre que limita

la posibilidad de éstos de obtener este tipo de beneficios y que es única

en el mundo.

En el caso de las deudas privadas, los fondos buitre actúan de forma

algo diferente[2]. Compran créditos morosos a los bancos para “sanear”

los balances de éstos, consiguiendo así grandes cantidades de créditos

(y, por tanto, también de viviendas en cantidades que a veces superan

algunos miles de unidades) a precios excepcionalmente bajos y, al cabo

de unos años, venden sus activos inmobiliarios por unidad o, en el caso

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