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RDB-JULIO-2021

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hombre puntual y responsable y, aunque cada vez le duele más la

espalda, sigue esforzándose como si el tiempo no hubiera pasado. Los

nombres de las empresas de coches son tan reconocidos que la gente

del entorno de las fábricas las menciona como si fueran de la familia: la

Seat, la Ford, la Mercedes, la Renault. Durante una época —cada vez

más lejana— decir que se trabajaba en una de ellas era sinónimo de

éxito y estabilidad laboral. Desde hace unos meses, todos esos

ingredientes —el esfuerzo, la puntualidad, la identificación con la

empresa— sirven de poco.

Juan seguramente nunca ha estado en Taiwán o en China, pero su

trabajo —su empleo, su sueldo, su salud mental, su familia, su pensión—

depende de lo que suceda allí. Concretamente, de lo que salga de allí:

chips con transistores 10.000 veces más pequeños que un cabello

humano. Sin ellos no hay coche, y las empresas paran la producción.

“La gente no es muy consciente de ello, pero ahora mismo están

conduciendo un teléfono móvil con ruedas”, dice Juan.

Desde Almussafes hasta Valladolid, pasando por Palencia o Barcelona,

miles de trabajadores han estado, están o estarán en ERTE por el

desabastecimiento de semiconductores, el nombre de esos chips. Sobre

ellos baila, también, el siglo XXI.

“El futuro de Estados Unidos depende de los semiconductores”. Ese es

el eslogan principal de la página web de ‘Semiconductors in America

Coalition’, una organización que agrupa las principales compañías

tecnológicas del sector. “Imaginen un mundo sin dispositivos

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