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RDB-JULIO-2021

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Cuando S. S. a su vez regresó, más que eso le preocupaba otra cosa: el

sufrimiento de la gente. Eso lo cambió, al decir de su hijo. Su rol como

fotógrafo adquirió un nuevo sentido. De ahí se infiere lo esencial que

era para él marcharse: “Le echaba muchísimo de menos, pero lo

entendí”, dice Juliano. Sahel, el final del camino (1984-1986)

S. S. comienza a trabajar con Médicos sin Fronteras: Etiopía

(1984) Luego, por todo el Sahel en el 85 y 86: un reportaje sobre el

hambre. Campo de refugiados. El mayor de la Humanidad hasta

entonces. Para él gran parte de ella estaba en la miseria. Un problema

de inequidad antes que un asunto de ‘catástrofes naturales’, expresión

hija del oportunismo. Región copta, cristiana y humilde. El hambre acabó

con millones; el cólera los diezmaba. Jóvenes que no paraban de sufrir.

Vacíos, los ojos envejecen primero. El frío mata montones. Allí, la gente

se acostumbra a morir: lo que quieren gobiernos indolentes. “Cada

persona que muere es un pedazo del mundo que muere”, sentencia S.

S. Sobre la retención de alimentos por el Gobierno, señala: “Fue una

deshonestidad política brutal”. Región Tigray – Etiopía 1984

S. S. regresó a fines del 84 a Etiopía. La guerrilla entendió el saqueo del

Gobierno y mandó a la gente a Sudán. Todos se fueron por Tigray.

Mientras dos helicópteros Mil Mi-24 atacan, una mujer huye con una olla

a modo de casco, en compañía de su hija. Disparan a los pobladores:

como aquí en Cali. S. S. hizo la foto y… a correr. Muchas mujeres

embarazadas caminaban con la ilusión de comer algo y beber agua, al

llegar a la tierra prometida: la que, por eso, nunca llega, por injerencia

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