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Relato para mis hijos - Es una colección de cinco documentales que ...

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así <strong>que</strong> bajamos y recorrimos las calles siguiendo la señal cada vez mas fuerte hasta <strong>que</strong> llegamos a la casa <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

inequívocamente salía la señal. Toqué la puerta y pregunté al hombre <strong>que</strong> abrió si tenían un radio-collar <strong>que</strong> le había<br />

colocado a un coyote. En un tono sereno nos dijo <strong>que</strong> no tenía la más remota i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué le hablaba, pero instantes <strong>de</strong>spués<br />

se tuvo <strong>que</strong> tragar sus palabras cuando <strong>de</strong> la esquina <strong>de</strong> la casa apareció su perro ¡portando el collar negro <strong>de</strong>l coyote!<br />

El seguimiento <strong>de</strong> los coyotes me permitió saber <strong>que</strong> la principal causa <strong>de</strong> muerte <strong>de</strong> estos animales es la cacería <strong>que</strong><br />

llevan a cabo los gana<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l área en un intento por reducir las poblaciones <strong>de</strong> coyotes.<br />

Para capturar a las zorras <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto utilizaba trampas Tomahawk; cajas <strong>de</strong> malla con <strong>una</strong> plataforma sensible al peso<br />

<strong>que</strong> baja las puertas en cuanto un animal se <strong>para</strong> en su interior. Cebaba las trampas con conejos o perritos llaneros<br />

<strong>que</strong> encontraba aplastados en el camino y, si no tenía suerte, con sardina en salsa <strong>de</strong> tomate. El problema es <strong>que</strong> estos<br />

cebos resultaban particularmente atractivos <strong>para</strong> los zorrillos, <strong>que</strong> a<strong>de</strong>más eran más abundantes <strong>que</strong> las zorras y caían<br />

fácilmente en las trampas. La primera ocasión en <strong>que</strong> encontré a un zorrillo en <strong>una</strong> trampa, me enfrenté con el <strong>de</strong>licado<br />

problema <strong>de</strong> cómo <strong>de</strong>jarlo libre. Recordaba <strong>que</strong> colegas <strong>que</strong> atrapaban zorrillos en Querétaro o en la costa <strong>de</strong> Jalisco<br />

me habían platicado <strong>que</strong> se acercaban con un plástico <strong>para</strong> <strong>de</strong>tener la mayor parte <strong>de</strong>l hediondo líquido, pero <strong>de</strong> todas<br />

formas <strong>que</strong>daban apestando durante un par <strong>de</strong> semanas, panorama poco alentador, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>que</strong> no tenía ningún<br />

plástico disponible y el calor <strong>de</strong>l verano hacía necesario <strong>que</strong> lo soltara rápidamente. Así <strong>que</strong> con mucho cuidado me fui<br />

acercando a la trampa. Cada vez <strong>que</strong> el zorrillo me daba la espalda y levantaba la cola, me congelaba y esperaba a <strong>que</strong> el<br />

zorrillo se tranquilizara y la curiosidad lo obligara a darse la vuelta <strong>para</strong> verme, tras lo cual aprovechaba <strong>para</strong> avanzar un<br />

par <strong>de</strong> pasos a los <strong>que</strong> respondía golpeando el suelo con las patas y me amenazaba con bañarme. <strong>Es</strong>e estira y afloja <strong>de</strong>bió<br />

haber durado alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> media hora hasta <strong>que</strong> finalmente me encontré en cuclillas junto a la trampa y a 20 centímetros<br />

<strong>de</strong>l irritado animal. Con sumo cuidado levanté la puerta mientras me preguntaba si el virus <strong>de</strong> la rabia se encontraría en<br />

la orina <strong>de</strong>l zorrillo, con lo <strong>que</strong> al ser rociado en los ojos podría ser infectado con el virus. Trabé la puerta <strong>de</strong> la trampa<br />

<strong>para</strong> evitar <strong>que</strong> se cerrara y me alejé con el <strong>mis</strong>mo cuidado, esperando casi <strong>una</strong> hora hasta <strong>que</strong> finalmente el zorrillo se<br />

dignó salir <strong>para</strong> escon<strong>de</strong>rse en <strong>una</strong> madriguera cercana. A este, siguieron alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> veinte zorrillos más en los meses<br />

siguientes. Con el tiempo, la liberación <strong>de</strong> zorrillos se convirtió en un <strong>de</strong>porte <strong>de</strong> alto riesgo entre voluntarios <strong>de</strong>l proyecto<br />

y visitantes quienes, siguiendo las instrucciones, se aventuraban a liberarlos. Por fort<strong>una</strong> o por miedo, ya <strong>que</strong> Patricia Manzano,<br />

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