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Relato para mis hijos - Es una colección de cinco documentales que ...

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Calculo <strong>que</strong> serían cerca <strong>de</strong> las diez <strong>de</strong> la mañana cuando logré liberarme. Hice un intento por <strong>para</strong>rme en <strong>una</strong> sola<br />

pierna, pero el dolor era tan intenso <strong>que</strong> no tuve más remedio <strong>que</strong> moverme arrastrándome <strong>de</strong> espaldas pendiente arriba<br />

hasta alcanzar <strong>una</strong> pe<strong>que</strong>ña meseta como a cuarenta metros <strong>de</strong>l sitio <strong>de</strong> la caída. Después <strong>de</strong> cada metro <strong>que</strong> avanzaba<br />

tenía <strong>que</strong> <strong>de</strong>tenerme unos momentos a recuperar el valor <strong>para</strong> seguir a<strong>de</strong>lante, pues el dolor se volvía insoportable en cada<br />

movimiento. Aun<strong>que</strong> logré alcanzar un sitio más o menos plano y estaba bajo la sombra <strong>de</strong> los árboles, hacia el medio día la<br />

sed ya comenzaba a preocuparme, pues <strong>para</strong> colmo la botella <strong>de</strong> agua <strong>que</strong> llevaba se había vaciado durante la caída, y solo<br />

<strong>que</strong>daba <strong>una</strong> pe<strong>que</strong>ña manzana en la mochilita <strong>que</strong> llevaba en la cintura: la manzanita salvadora, recordaría <strong>de</strong>spués.<br />

Des<strong>de</strong> <strong>que</strong> logré liberarme <strong>de</strong> la gran roca gritaba y silbaba cada pocos minutos, con la esperanza <strong>de</strong> <strong>que</strong> alguien me<br />

escuchara: ¡Ayudaaaa!, ¡Aquíííííí!, ¡Uuuuuh!, vociferaba a la usanza campesina <strong>para</strong> comunicarse a distancia en la<br />

selva. Sin embargo, solo escuchaba el canto <strong>de</strong> las aves y el eco <strong>de</strong> <strong>mis</strong> gritos en la profunda cañada. No tardé mucho<br />

en compren<strong>de</strong>r <strong>que</strong> la mejor opción <strong>que</strong> tenía era serenarme, soportar el dolor y esperar a <strong>que</strong> <strong>mis</strong> compañeros fueran a<br />

buscarme esa tar<strong>de</strong>, o la mañana siguiente, al notar <strong>que</strong> no había regresado al campamento. Serían pasadas las cuatro<br />

<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> cuando, en un estado semi-inconsciente, alcancé a escuchar mi nombre en lejanos gritos <strong>que</strong> daban <strong>mis</strong><br />

compañeros José Luis, Jorge y Felipe. Bueno, pues parece <strong>que</strong> todavía no ha llegado mi hora; ¡Ánimo!, atiné a murmurar<br />

en esos momentos.<br />

¿En don<strong>de</strong> están? Nos gritaron los <strong>de</strong>más. ¡Acá arriba! Finalmente llegaron Laura Cruz, Jorge Bolaños y Felipe Barragán,<br />

miembros <strong>de</strong>l equipo en el proyecto Ixcán. Laura fue a buscar ayuda a la comunidad <strong>de</strong> Loma Bonita, a orillas <strong>de</strong>l Río<br />

Santo Domingo. Loma Bonita, es un poblado localizado en la subregión <strong>de</strong> las cañadas <strong>de</strong>l municipio <strong>de</strong> Maravilla<br />

Tejenapa, en la parte oeste <strong>de</strong> la Reserva <strong>de</strong> la Biosfera <strong>de</strong> Montes Azules, La Selva Lacandona, Chiapas (16°04’-16°10’N,<br />

91°05’-91°22’W).<br />

Sin la seguridad <strong>de</strong> <strong>que</strong> llegaría la ayuda <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Loma Bonita, <strong>de</strong>cidimos armar <strong>una</strong> camilla. Con el machete, cortamos dos<br />

troncos lo suficientemente largos y robustos <strong>para</strong> aguantar a Eduardo <strong>que</strong> es alto y pesaba quizás unos 85 kilogramos.<br />

Con los dos troncos y nuestras ca<strong>mis</strong>olas y las ca<strong>mis</strong>etas, formamos <strong>una</strong> camilla escueta, pero por el momento, la única<br />

alternativa <strong>para</strong> mover a Eduardo. Los dos medianos, Jorge y yo, nos acomodamos en la parte posterior soportando el<br />

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