Relato para mis hijos - Es una colección de cinco documentales que ...

Patricia Manzano Fischer El pueblo y la casita
La bruja del llano
y otras historias
Llegué a Janos, Chihuahua, en enero de 1994. Rurik List , mi pareja, estaba por
empezar su doctorado con zorras y coyotes en las colonias de perros llaneros.
“Vamos a rentar una casita en el pueblo de San Pedro”, me comentó por
teléfono. Cuando llegué a San Pedro, el “pueblo”, era en realidad un caserío
con alrededor de 100 personas, y la “casa” era un cuarto de concreto con
techo de lámina y una cocina. ¿Y el baño? Una casuchita al fondo del terreno.
Cuando Rurik vio mi cara, que debe haber sido de total espanto, rápidamente
se dio a la tarea de limpiar y dejar decente la letrina. La pintamos de blanco,
la forramos por dentro con plástico “tipo mármol”, le colocamos un asiento
y demás aditamentos necesarios. Cabe decir que era la letrina más bonita del
pueblo, tanto que la hija de 10 años de unos vecinos iba al baño en cada visita.
El techo tenia grietas y durante la noche podías sentarte al “trono” y tener un
espectáculo digno de un rey; un cielo estrellado sin contaminación de luces de
ciudad. Para poder bañarnos construimos una “regadera con una tina de lámina,
un aro de hula-hula, una cortina de baño y una bolsa-regadera de campamento.
El invierno en el norte del país suele ser muy frío. Los primeros días dormíamos
en un colchón inflable, regalo de mis padres, muy cómodo en cuanto a suavidad,
pero helado, ya que una cantidad tan enorme de aire debajo del cuerpo te
quita todo calor. No teníamos refrigerador, y no lo necesitábamos porque con
el frío que hacía dentro de la casa, nada se echaba a perder. La casita estaba
construida con bloques de cemento y era como un pequeño congelador.