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Relato para mis hijos - Es una colección de cinco documentales que ...

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Fueron momentos <strong>de</strong> un estri<strong>de</strong>nte suspenso llevado a un sonorísimo final…, <strong>para</strong> <strong>de</strong>spués escuchar durante algunos<br />

largos segundos el silencio total <strong>que</strong> entre todos hicimos… momentos durante los cuales hasta el arroyo enmu<strong>de</strong>ció junto<br />

con todos los seres vivos, pétreos, vientos y nubes <strong>que</strong>, como habitantes ocasionales <strong>de</strong> a<strong>que</strong>l bos<strong>que</strong> y en a<strong>que</strong>l rincón<br />

<strong>de</strong>l mundo, compartimos tal portento… y <strong>de</strong>l cual, sin saber cómo, ni <strong>de</strong> qué, habíamos salimos ilesos.<br />

Cuando apenas recuperábamos la respiración y el bombeo <strong>de</strong> nuestros corazones volvía a percutir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nuestras<br />

cabezas, regresamos a la realidad, resucitada tras a<strong>que</strong>l total silencio, y cuando <strong>de</strong> nuevo las miradas <strong>de</strong> quienes ahí<br />

estábamos se reencontraron y comenzábamos a reincorporarnos y a salir <strong>de</strong> nuestros improvisados refugios, fue cuando<br />

sentimos, olimos y vimos cernirse sobre nosotros <strong>una</strong> pesada, pero a su vez <strong>de</strong>lgada neblina, conformada, no por el vapor<br />

etéreo <strong>de</strong> las nubes, sino por un polvo azulado <strong>que</strong> bajaba más o menos rápidamente <strong>de</strong> entre las copas <strong>de</strong> los arboles,<br />

como <strong>una</strong> fantasmal marea <strong>de</strong> la cual emanaba un fuerte olor a piedra húmeda, a caverna.<br />

Una vez asentada la neblina y con el apoyo <strong>que</strong> dieron las tímidas voces <strong>de</strong> las primeras aves <strong>que</strong> se atrevieron a romper<br />

el silencio, recuperamos nuestra prestancia, nos reunimos, nos felicitamos por estar juntos y, ya habiendo reunido las<br />

cabalgaduras <strong>que</strong> en estampida habían buscado seguridad en el valle cercano, nos dirigimos sigilosos cuesta arriba <strong>para</strong><br />

<strong>de</strong>sentrañar el secreto y motivo <strong>de</strong> nuestro espanto.<br />

A escasos sesenta o setenta metros <strong>de</strong> nuestro sitio <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso, en la parte baja <strong>de</strong> la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l cerro a nuestra espalda,<br />

encontramos las razones y protagonistas <strong>de</strong> tales eventos.<br />

Dos enormes rocas <strong>de</strong> cientos <strong>de</strong> toneladas cada <strong>una</strong>, reunidas ahora en un abrazo <strong>que</strong> durará eras por venir, a las<br />

<strong>que</strong> todavía ro<strong>de</strong>aba <strong>una</strong> atmósfera dotada <strong>de</strong> ese fuere olor a piedra estallada y <strong>que</strong> ahora supimos fue el origen <strong>de</strong><br />

la neblina <strong>que</strong> minutos antes nos cubrió, atmósfera condimentada con un penetrante aroma a ma<strong>de</strong>ra recién cortada y<br />

a yerba recién cegada. Dos gigantes yacentes, uno <strong>de</strong> los cuales, el ubicado abajo, caído centurias antes, quizás salvó<br />

nuestras vidas al resultar el único obstáculo capaz <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>tenido a su gran gemelo en su tropel cuesta abajo, en <strong>una</strong><br />

trayectoria <strong>que</strong>, <strong>de</strong>spués vimos, unía en línea recta el sitio original en <strong>que</strong> tal gigante fue fraguado en las entrañas <strong>de</strong><br />

la tierra, en la cumbre coronada <strong>de</strong>l cerro, y el lugar <strong>de</strong> nuestro encame.

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