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Diario de Ana Frank - moninotic

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<strong>Diario</strong> <strong>Ana</strong> <strong>Frank</strong><br />

media hora. Abajo, Margot y yo sacamos las camas, fuimos al cuarto <strong>de</strong> baño, nos lavamos los<br />

dientes y las manos y nos arreglamos el pelo. Luego recogí un poco la habitación y volví arriba. Allí<br />

ya habían or<strong>de</strong>nado la mesa, cogimos agua <strong>de</strong>l grifo, hicimos té y café, hervimos leche y pusimos la<br />

mesa para la hora <strong>de</strong>l café. Papá y Peter vaciaron y limpiaron los recipientes <strong>de</strong> orina y excrementos<br />

con agua caliente y polvos <strong>de</strong> blanqueo; el más gran<strong>de</strong> estaba lleno a rebosar y era tan pesado que<br />

era muy difícil levantarlo, y a<strong>de</strong>más perdía, <strong>de</strong> modo que hubo que llevarlo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un cubo.<br />

A las once estábamos sentados alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la mesa con Jan, que ya había vuelto, y poco a<br />

poco se fue creando ambiente. Jan nos contó la siguiente versión:<br />

En casa <strong>de</strong> Sleegers, su mujer -Sleegers dormía- le contó que su marido <strong>de</strong>scubrió el hueco <strong>de</strong><br />

la puerta <strong>de</strong> casa al hacer su ronda nocturna por los canales, y que junto con un agente <strong>de</strong> Policía al<br />

que avisó, recorrieron la planta baja <strong>de</strong>l edificio. El señor Sleegers es sereno particular y todas las<br />

noches hace su recorrido por los canales en bicicleta, con sus dos perros. Tenía pensado venir a ver<br />

a Kugler el martes para notificarle lo ocurrido. En la comisaría todavía no sabían nada <strong>de</strong>l robo, pero<br />

tomaron nota en seguida para venir a ver también el martes.<br />

En el camino <strong>de</strong> vuelta, Jan pasó <strong>de</strong> casualidad por la tienda <strong>de</strong> Van Hoeven, nuestro<br />

proveedor <strong>de</strong> patatas, y le contó lo <strong>de</strong>l robo.<br />

-Ya estoy enterado -contestó Van Hoeven, como quien no quiere la cosa-. Anoche pasábamos<br />

con mi mujer por su edificio y vimos un hueco en la puerta. Mi mujer quiso que siguiéramos andando,<br />

pero yo miré con la linterna, y seguro que entonces los ladrones se largaron. Por las dudas, no llamé<br />

a la Policía; en el caso <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s, preferí no hacerlo. Yo no sé nada, claro, pero tengo mis<br />

sospechas.<br />

Jan le agra<strong>de</strong>ció y se marchó. Seguro que Van Hoeven sospecha que estamos aquí<br />

escondidos, porque siempre trae las patatas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las doce y media y nunca <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la una<br />

y media. ¡Buen tipo!<br />

Cuando Jan se fue y nosotras acabamos <strong>de</strong> fregar los platos, se había hecho la una. Los ocho<br />

nos fuimos a dormir. A las tres menos cuarto me <strong>de</strong>sperté y vi que el señor Dussel ya había <strong>de</strong>saparecido.<br />

Por pura casualidad, en el cuarto <strong>de</strong> baño me encontré, semidormida, con Peter, que acababa<br />

<strong>de</strong> bajar. Quedamos en vernos abajo. Me arreglé un poco y bajé.<br />

-¿Aún te atreves a ir al <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante? -me preguntó. Dije que sí, cogí mi almohada<br />

envuelta en una tela y nos fuimos al <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante. Hacía un tiempo maravilloso, y al poco rato<br />

sonaron las sirenas, pero nos quedamos don<strong>de</strong> estábamos. Peter me puso un brazo al hombro, yo<br />

hice lo mismo y así nos quedamos, abrazados, esperando tranquilamente hasta que a las cuatro nos<br />

vino a buscar Margot para merendar.<br />

Comimos un bocadillo, tomamos limonada y estuvimos bromeando, lo que por suerte era<br />

posible otra vez, y por lo <strong>de</strong>más todo normal. Por la noche agra<strong>de</strong>cí a Peter por ser el más valiente <strong>de</strong><br />

todos.<br />

Ninguno <strong>de</strong> nosotros ha pasado jamás por un peligro tan gran<strong>de</strong> como el que pasamos esa<br />

noche. Dios nos protegió una enormidad, figúrate: la Policía <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>l escondite, la luz<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>scansillo encendida, ¡y nosotros aun así pasamos inadvertidos! «¡Estamos perdidos!», dije<br />

entonces en voz baja, pero otra vez nos hemos salvado. Si llega la invasión y las bombas, cada uno<br />

podrá <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse a sí mismo, pero esta vez el miedo era por los buenos e inocentes cristianos.<br />

«iEstamos salvados, sigue salvándonos!» Es lo único que po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir.<br />

Esta historia ha traído consigo bastantes cambios. En lo sucesivo, Dussel por las noches se<br />

instala en el cuarto <strong>de</strong> baño, Peter baja a controlar la casa a las ocho y media y a las nueve y media.<br />

Ya no po<strong>de</strong>mos abrir la ventana <strong>de</strong> Peter, puesto que el hombre <strong>de</strong> j Keg vio que estaba abierta.<br />

Después <strong>de</strong> las nueve y media ya no po<strong>de</strong>mos tirar <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na. El señor Sleegers ha sido<br />

contratado como vigilante nocturno. Esta noche vendrá un carpintero clan<strong>de</strong>stino, que usará la<br />

ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> nuestras camas <strong>de</strong> Francfort para fabricar unas trancas para las puertas. En la Casa <strong>de</strong><br />

atrás se somete ahora todo a <strong>de</strong>bate. Kugler nos ha reprochado nuestra im- pru<strong>de</strong>ncia; nunca<br />

<strong>de</strong>bemos bajar, ha dicho también Jan. Ahora es cuestión <strong>de</strong> averiguar si Sleegers es <strong>de</strong> fiar, saber si<br />

sus perros se echan a ladrar si oyen a alguien <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta, cómo fabricar las trancas, etc.<br />

Hemos vuelto a tomar conciencia <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> que somos judíos enca<strong>de</strong>nados, enca<strong>de</strong>nados<br />

a un único lugar, sin <strong>de</strong>rechos, con miles <strong>de</strong> obligaciones. Los judíos no po<strong>de</strong>mos hacer valer<br />

nuestros sentimientos, tenemos que tener valor y ser fuertes, tenemos que cargar con todas las<br />

molestias y no quejarnos, tenemos que hacer lo que está a nuestro alcance y confiar en Dios. Algún<br />

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