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<strong>Diario</strong> <strong>Ana</strong> <strong>Frank</strong><br />
ejemplar ante personas que no soportas, sobre todo al ser tan fingido. Pero veo que realmente se<br />
llega más lejos con un poco <strong>de</strong> hipocresía que manteniendo mi vieja costumbre <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle a cada uno<br />
sin vueltas lo que pienso (aunque nunca nadie me pida mi opinión ni le dé importancia). Por supuesto<br />
que a menudo me salgo <strong>de</strong> mi papel y no puedo contener la ira ante una injusticia, y durante cuatro<br />
semanas no hacen más que hablar <strong>de</strong> la chica más insolente <strong>de</strong>l mundo. ¿No te parece que a veces<br />
<strong>de</strong>berías compa<strong>de</strong>cerme? Menos mal que no soy tan refunfuñona, porque terminaría agriándome y<br />
per<strong>de</strong>ría mi buen sentido <strong>de</strong>l humor. Por lo general me tomo las regañinas con humor, pero me sale<br />
mejor cuando es otra persona a la que ponen como un trapo, y no cuando esa persona soy yo misma.<br />
Por lo <strong>de</strong>más, he <strong>de</strong>cidido abandonar un poco la taquigrafía, aunque me lo he tenido que<br />
pensar bastante. En primer lugar quisiera <strong>de</strong>dicar más tiempo a mis otras asignaturas, y en segundo<br />
lugar a causa <strong>de</strong> la vista, que es lo que más me tiene preocupada. Me he vuelto bastante miope y<br />
hace tiempo que necesito gafas. (¡Huy, qué cara <strong>de</strong> lechuza tendré!) Pero ya sabes que a los escondidos<br />
no les está permitido (etc.).<br />
Ayer en toda la casa no se habló más que <strong>de</strong> la vista <strong>de</strong> <strong>Ana</strong>, porque mamá sugirió que la<br />
señora Kleiman me llevara al oculista. La noticia me hizo estremecer, porque no era ninguna tontería.<br />
¡Salir a la calle! ¡A la calle, figúrate! Cuesta imaginárselo. Al principio me dio muchísimo miedo, pero<br />
luego me puse contenta. Sin embargo, la cosa no era tan fácil, porque no todos los que tienen que<br />
tomar la <strong>de</strong>cisión se ponían <strong>de</strong> acuerdo tan fácilmente. Todos los riesgos y dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>bían<br />
ponerse en el platillo <strong>de</strong> la balanza, aunque Miep quería llevarme inmediatamente. Lo primero que<br />
hice fue sacar <strong>de</strong>l ropero mi abrigo gris, que me quedaba tan pequeño que parecía el abrigo <strong>de</strong> mi<br />
hermana menor. Se le salía el dobladillo y, a<strong>de</strong>más, ya no podía abotonármelo. Realmente tengo<br />
gran curiosidad por saber lo que pasará, pero no creo que el plan se lleve a cabo, porque mientras<br />
tanto los ingleses han <strong>de</strong>sembarcado en Sicilia y papá tiene la mira puesta en un «<strong>de</strong>senlace inminente».<br />
Bep nos da mucho trabajo <strong>de</strong> oficina a Margot y a mí. A las dos nos da la sensación <strong>de</strong> estar<br />
haciendo algo muy importante, y para Bep es una gran ayuda. Archivar la correspon<strong>de</strong>ncia y hacer<br />
los asientos en el libro <strong>de</strong> ventas es algo que pue<strong>de</strong> hacer todo el mundo, pero nosotras lo hacemos<br />
con gran minuciosidad.<br />
Miep parece un verda<strong>de</strong>ro burro <strong>de</strong> carga, siempre llevando y trayendo cosas. Casi todos los<br />
días encuentra verdura en alguna parte y la trae en su bicicleta, en gran<strong>de</strong>s bolsas colgadas <strong>de</strong>l<br />
manillar. También nos trae todos los sábados cinco libros <strong>de</strong> la biblioteca. Siempre esperamos con<br />
gran ansiedad que llegue el sábado, porque entonces nos traen los libros. Como cuando les traen<br />
regalitos a los niños. Es que la gente corriente no sabe lo que significa un libro para un escondido. La<br />
lectura, el estudio y las audiciones <strong>de</strong> radio son nuestra única distracción.<br />
Tu <strong>Ana</strong><br />
Martes, 13 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1943<br />
El mejor escritorio.<br />
Ayer por la tar<strong>de</strong> le pregunté a Dussel, con permiso <strong>de</strong> papá (y <strong>de</strong> forma bastante educada, me<br />
parece), si por favor estaría <strong>de</strong> acuerdo en que dos veces por semana, <strong>de</strong> cuatro a cinco y media <strong>de</strong><br />
la tar<strong>de</strong>, yo hiciera uso <strong>de</strong>l pequeño escritorio <strong>de</strong> nuestra habitación. Ya escribo ahí todos los días <strong>de</strong><br />
dos y media a cuatro mientras Dussel duerme la siesta; a otras horas la habitación y el escritorio son<br />
zona prohibida para mí. En el cuarto <strong>de</strong> estar común hay <strong>de</strong>masiado alboroto por las tar<strong>de</strong>s; ahí uno<br />
no se pue<strong>de</strong> concentrar, y a<strong>de</strong>más también a papá le gusta sentarse a escribir en el escritorio gran<strong>de</strong><br />
por las tar<strong>de</strong>s.<br />
Por lo tanto, el motivo era bastante razonable y mi ruego una mera cuestión <strong>de</strong> cortesía. Pero,<br />
¿a que no sabes lo que contestó el distinguido señor Dussel?<br />
-No.<br />
¡Dijo lisa y llanamente que no!<br />
Yo estaba indignada y no lo <strong>de</strong>jé ahí. Le pregunté cuáles eran sus motivos para <strong>de</strong>cirme que<br />
no y me llevé un chasco. Fíjate cómo arremetió contra mí:<br />
-Yo también necesito el escritorio. Si no puedo disponer <strong>de</strong> él por la tar<strong>de</strong> no me queda nada<br />
<strong>de</strong> tiempo. Tengo que po<strong>de</strong>r escribir mi cuota diaria, si no todo mi trabajo habrá sido en bal<strong>de</strong>. De<br />
todos modos, tus tareas no son serias. La mitología, qué clase <strong>de</strong> tarea es ésa, y hacer punto y leer<br />
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