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Diario de Ana Frank - moninotic

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<strong>Diario</strong> <strong>Ana</strong> <strong>Frank</strong><br />

en nadie más que en mí misma.<br />

Después <strong>de</strong> Año Nuevo el segundo gran cambio: mi sueño... con el que <strong>de</strong>scubrí mis <strong>de</strong>seos<br />

<strong>de</strong> tener... un amigo o novio; no quería una amiga mujer, sino un amigo varón. También <strong>de</strong>scubrí<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí la felicidad y mi coraza <strong>de</strong> superficialidad y alegría. Pero <strong>de</strong> tanto en tanto me volvía<br />

silenciosa. Ahora no vivo más que para Peter, porque <strong>de</strong> él <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>rá en gran medida lo que me<br />

ocurra <strong>de</strong> ahora en a<strong>de</strong>lante.<br />

Y por las noches, cuando acabo mis rezos pronunciando las palabras «Te doy las gracias por<br />

todas las cosas buenas, queridas y hermosas», oigo gritos <strong>de</strong> júbilo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí, porque pienso en<br />

esas «cosas buenas», como nuestro escondite, mi buena salud y todo mi ser, en las cosas queridas,<br />

como Peter y esa cosa diminuta y sensible que ninguno <strong>de</strong> los dos se atreve a nombrar aún, el amor,<br />

el futuro, la dicha, y en las cosas hermosas, como el mundo, la Naturaleza y la gran belleza <strong>de</strong> todas<br />

las cosas hermosas juntas.<br />

En esos momentos no pienso en la <strong>de</strong>sgracia, sino en todas las cosas bellas que aún quedan.<br />

Ahí está gran parte <strong>de</strong> la diferencia entre mamá y yo. El consejo que ella da para combatir la<br />

melancolía es: «Piensa en toda la <strong>de</strong>sgracia que hay en el mundo y alégrate <strong>de</strong> que no te pase a ti.»<br />

Mi consejo es: «Sal fuera, a los prados, a la naturaleza y al sol. Sal fuera y trata <strong>de</strong> reencontrar la<br />

felicidad en ti misma; piensa en todas las cosas bellas que hay <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ti y a tu alre<strong>de</strong>dor, y sé<br />

feliz.»<br />

En mi opinión, la frase <strong>de</strong> mamá no tiene vali<strong>de</strong>z, porque ¿qué se supone que tienes que hacer<br />

cuando esa <strong>de</strong>sgracia sí te pasa? Entonces, estás perdida. Por otra parte, creo que toda <strong>de</strong>sgracia va<br />

acompañada <strong>de</strong> alguna cosa bella, y si te fijas en ella, <strong>de</strong>scubres cada vez más alegría y<br />

encuentras un mayor equilibrio. Y el que es feliz hace feliz a los <strong>de</strong>más; el que tiene valor y fe, nunca<br />

estará sumido en la <strong>de</strong>sgracia.<br />

Tu <strong>Ana</strong> M. <strong>Frank</strong><br />

Miércoles, 8 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1944<br />

Margot y yo nos hemos estado escribiendo notitas, sólo por divertirnos, naturalmente.<br />

<strong>Ana</strong>: Cosa curiosa, a mí las cosas que pasan por la noche sólo me vuelven a la memoria<br />

mucho más tar<strong>de</strong>. Ahora, por ejemplo, recuerdo <strong>de</strong> repente que anoche el señor Dussel estuvo<br />

roncando como un loco (ahora son las tres menos cuarto <strong>de</strong>l miércoles por la tar<strong>de</strong> y el señor Dussel<br />

está otra vez roncando, por eso me acordé, claro). Cuando tuve que hacer pipí en el orinal, hice más<br />

ruido <strong>de</strong> lo normal, para hacer que cesaran los ronquidos.<br />

Margot: ¿Qué es mejor: los resuellos o los ronquidos?<br />

<strong>Ana</strong>: Los ronquidos, porque si yo hago ruido, cesan sin que la persona en cuestión se<br />

<strong>de</strong>spierte.<br />

Lo que no le he escrito a Margot, pero que sí te confieso a ti, querida Kitty, es que sueño<br />

mucho con Peter. Anteanoche, en nuestro cuarto <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> aquí, soñé que estaba patinando en la<br />

pista <strong>de</strong> hielo <strong>de</strong> la Apollolaan con un chico bajito, ése que tenía una hermana que siempre llevaba<br />

una falda azul y tenía patas <strong>de</strong> alambre. Le dije que me llamaba <strong>Ana</strong> y le pregunté su nombre. Se<br />

llamaba Peter. En mi sueño me pregunté a cuántos Peter conocía ya.<br />

Luego también soñé que estábamos en la habitación <strong>de</strong> Peter, uno frente a otro al lado <strong>de</strong> la<br />

escalera. Le dije algo, me dio un beso, pero me contestó que no me quería tanto como yo pensaba y<br />

que <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> coquetear. Con voz <strong>de</strong>sesperada y suplicante, le dije:<br />

-¡Pero si yo no coqueteo, Peter!<br />

Cuando me <strong>de</strong>sperté, me alegré <strong>de</strong> que Peter no hubiera dicho eso.<br />

Anoche también nos estábamos besando, pero las mejillas <strong>de</strong> Peter me <strong>de</strong>cepcionaron, porque<br />

no eran tan suaves como parecen, sino que eran como las mejillas <strong>de</strong> papá, o sea, como las <strong>de</strong> un<br />

hombre que ya se afeita.<br />

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