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Diario de Ana Frank - moninotic

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<strong>Diario</strong> <strong>Ana</strong> <strong>Frank</strong><br />

nada <strong>de</strong> eso, pero tiene la costumbre <strong>de</strong> balancearse sobre los talones y las puntas <strong>de</strong> los pies<br />

durante nada menos que un cuarto <strong>de</strong> hora. De los talones a las puntas y <strong>de</strong> las puntas a los talones,<br />

sin parar, y si no cierro los ojos, por poco me entra mareo.<br />

Las diez y cuarto: Se oye silbar a Van Daan: el cuarto <strong>de</strong> baño está libre. En nuestra familia, las<br />

primeras caras somnolientas se yerguen <strong>de</strong> las almohadas. Luego todo adquiere un ritmo acelerado.<br />

Margot y yo nos turnamos para ayudar abajo en la colada. Como allí hace bastante frío, no vienen<br />

nada mal los pantalones largos y un pañuelo para la cabeza. Entretanto, papá usa el cuarto <strong>de</strong> baño.<br />

A las once va Margot (o yo), y <strong>de</strong>spués está todo el mundo limpito.<br />

Las once y media: Desayuno. Mejor no exten<strong>de</strong>rme sobre el particular, porque la comida ya es<br />

tema <strong>de</strong> conversación continua, sin necesidad <strong>de</strong> que ponga yo mi granito <strong>de</strong> arena.<br />

Las doce y cuarto: Todo el mundo se dispersa. Papá, con su mono puesto, se hinca <strong>de</strong> rodillas<br />

en el suelo y se pone a cepillar la alfombra con tanta fuerza que la habitación se transforma en una<br />

gran nube <strong>de</strong> polvo. El señor Dussel hace las camas (mal, por supuesto), silbando siempre el mismo<br />

concierto para violín <strong>de</strong> Beethoven. En el <strong>de</strong>sván se oyen los pasos <strong>de</strong> mamá, que cuelga la ropa. El<br />

señor Van Daan se pone el sombrero y <strong>de</strong>saparece hacia las regiones inferiores, por lo general<br />

seguido por Peter y Mouschi; la señora se pone un largo <strong>de</strong>lantal, una chaqueta negra <strong>de</strong> punto y<br />

unos chanclos, se ata una gruesa bufanda <strong>de</strong> lana roja a la cabeza, coge un fardo <strong>de</strong> ropa sucia bajo<br />

el brazo y, tras hacer una inclinación muy estudiada <strong>de</strong> lavan<strong>de</strong>ra con la cabeza, se. va a hacer la<br />

colada. Margot y yo fregamos los platos y or<strong>de</strong>namos un poco la habitación.<br />

Miércoles, 23 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1944<br />

Mi querida Kitty:<br />

Des<strong>de</strong> ayer hace un tiempo maravilloso fuera y me siento como nueva. Mis escritos, que son lo<br />

más preciado que poseo, van viento en popa. Casi todas las mañanas subo al <strong>de</strong>sván para purificar<br />

el aire viciado <strong>de</strong> la habitación que llevo en los pulmones. Cuando subí al <strong>de</strong>sván esta mañana,<br />

estaba Peter allí, or<strong>de</strong>nando cosas. Acabó rápido y vino adon<strong>de</strong> yo estaba, sentada en el suelo, en mi<br />

rincón favorito. Los dos miramos el cielo azul, el castaño sin hojas con sus ramas llenas <strong>de</strong> gotitas<br />

resplan<strong>de</strong>cientes, las gaviotas y <strong>de</strong>más pájaros que al volar por encima <strong>de</strong> nuestras cabezas<br />

parecían <strong>de</strong> plata, y todo esto nos conmovió y nos sobrecogió tanto que no podíamos hablar. Peter<br />

estaba <strong>de</strong> pie, con la cabeza apoyada contra un grueso travesaño, y yo seguía sentada. Respiramos<br />

el aire, miramos hacia fuera y sentimos que era algo que no había que interrumpir con palabras. Nos<br />

quedamos mirando hacia fuera un buen rato, y cuando se puso a cortar leña, tuve la certeza <strong>de</strong> que<br />

era un buen tipo. Subió la escalera <strong>de</strong> la buhardilla, yo lo seguí, y durante el cuarto <strong>de</strong> hora que<br />

estuvo cortando leña no di- y jimos palabra. Des<strong>de</strong> el lugar don<strong>de</strong> me había instalado me puse a<br />

observarlo, viendo cómo se esmeraba visiblemente para cortar bien la leña y mostrarme su fuerza.<br />

Pero también me asomé a la ventana abierta, y pu<strong>de</strong> ver gran parte <strong>de</strong> Amsterdam, y por encima <strong>de</strong><br />

los tejados hasta el horizonte, que era <strong>de</strong> un color celeste tan claro que no se distinguía bien su línea.<br />

-Mientras exista este sol y este cielo tan <strong>de</strong>spejado, y pueda yo verlo -pensé-, no podré estar<br />

triste.<br />

Para todo el que tiene miedo, está solo o se siente <strong>de</strong>sdichado, el mejor remedio es salir al aire<br />

libre, a algún sitio en don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y estar totalmente solo, solo con el cielo, con la Naturaleza y con<br />

Dios. Porque sólo entonces, sólo así se siente que todo es como <strong>de</strong>be ser y que Dios quiere que los<br />

hombres sean felices en la humil<strong>de</strong> pero hermosa Naturaleza.<br />

Mientras todo esto exista, y creo que existirá siempre, sé que toda pena tiene consuelo, en<br />

cualquier circunstancia que sea. Y estoy convencida <strong>de</strong> que la naturaleza es capaz <strong>de</strong> paliar muchas<br />

cosas terribles, pese a todo el horror.<br />

¡Ay!, quizá ya no falte tanto para po<strong>de</strong>r compartir este sentímiento <strong>de</strong> felicidad avasallante con<br />

alguien que se tome las cosas <strong>de</strong> la misma manera que yo.<br />

Tu <strong>Ana</strong><br />

P. D. Pensamientos: A Peter.<br />

Echamos <strong>de</strong> menos muchas, muchísimas cosas aquí, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo, y yo las echo<br />

<strong>de</strong> menos igual que tú. No pienses que estoy hablando <strong>de</strong> cosas exteriores, porque en ese sentido<br />

aquí realmente no nos falta nada. No, me refiero a las cosas interiores. Yo, como tú, ansío tener un<br />

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